El mejor termómetro del cumplimiento de los compromisos de un Gobierno se encuentra en el balance de ejecución del presupuesto. A 1 de enero se anuncian las promesas; a 31 de diciembre se comprueban las realidades. En A Coruña, la ejecución de la inversión en obras y proyectos ronda de forma habitual el 50%, que es tanto como decir que solo la mitad de lo que se promete se cumple. Una marca escasa, aunque fuese la que el anterior alcalde, el popular Carlos Negreira, se fijaba como nada ambicioso reto.

2015, año electoral y del traspaso del poder municipal del Partido Popular a la Marea Atlántica, se movió en ese preocupante porcentaje. No estaría mal que, por primera vez, el Ayuntamiento rinda cuentas de verdad y concrete qué obras ejecutó y cuáles no, una información imposible de conseguir al completo en anteriores mandatos.

Al Ejecutivo de Marea le tocó gestionar un presupuesto que no era el suyo y, pese a frenar diferentes proyectos del PP para replantear su coste y a las críticas de parálisis por parte de la oposición, cerró el año con un porcentaje de ejecución similar al de 2014. Para este año, parece condenado a seguir gestionando ese presupuesto porque, visto lo visto en el Congreso ayer, el acercamiento al PSOE parece improbable.