El director dirige la orquesta con una batuta y ellas con un lápiz Staedtler del número 2. Zita Tanasescu Kadar y su ayudante Diana Romero pertenecen al personal de la Orquesta Sinfónica de Galicia (OSG) que siempre está detrás del escenario pero que es el que consigue que, por ejemplo, todos los violinistas suban o bajen el arco exactamente al mismo tiempo. Porque ellas así se lo han anotado a lápiz en las partituras. Son las archiveras musicales de la orquesta.

"No hay una carrera de archivero musical, es algo que aprendes sobre la marcha. Eso sí, todos somos músicos porque hay que saber leer las partituras. Nosotros hacemos los apuntes que ayudan a los músicos a saber cómo interpretar, anotamos el estilo, los matices, la forma en la que el director quiere que sea interpretada la obra", explica la húngara Zita Tanasescu, cuyos largos y elegantes dedos acreditan su formación de pianista. La archivera auxiliar Diana Romero es contrabajista. La partitura es un texto de signos musicales, con unas notas, pero cada director y cada concertino (el solista de los violines primeros) le da su propio estilo e indican cómo se interpretará la obra. Y eso se hace mediante acotaciones a lápiz que hacen las archiveras.

Cuando la Sinfónica va a dar un concierto el concertino les indica a las archiveras los arcos: en qué lugares de la pieza musical los arcos de los violines suben y dónde bajan. "Son los fraseos de la música, cuándo hay que cambiar el movimiento del arco", precisa Zita. Y dibujan en la partitura un arco hacia arriba o hacia abajo. Luego el director les dice cómo quiere que se interprete la obra: si desea que toque cuatro notas en el mismo arco, por ejemplo. Si quiere que una nota se toque corta se pone un punto, y si prefiere que sea larga hay que dibujar una raya en la partitura. "Al poner estas anotaciones el director no tiene que parar en los ensayos y explicarles tanto a los músicos y aprovecha mejor el tiempo para tocar", relata la archivera.

Ser archivero también tiene una parte administrativa e incluso contable. Cuando el gerente de la Sinfónica programa la próxima temporada musical, lo primero que hace es tener las plantillas de todo lo que se va a tocar para saber cuántos músicos se van a necesitar, cuántos de madera, cuántos violines. Después averigua si las obras que se van a interpretar tienen derechos de autor o no para comprarlas o alquilarlas. Si no han pasado ochenta años desde la muerte del compositor solo se pueden alquilar, si ya pasaron ochenta años, se pueden comprar.

"Tienes que localizar a la editorial que lleva a ese compositor y alquilar las partituras, porque solo se pueden usar originales, no fotocopias. Vigilan, también la SGAE, que sean realmente las originales y que no se toque con fotocopias. El alquiler es carísimo. Por ejemplo, por cada vez que toques Así habló Zaratustra tienes que pagar mil euros", cuenta la archivera jefe.

Una vez que Zita ha hecho y aprobado el presupuesto llegan las partituras por mensajero, una para cada músico. "Pueden llegar limpias pero lo habitual es que estén con apuntes de otros archiveros que han puesto el estilo del director que las tocó antes, porque la editorial las reutiliza. Si están anotadas lo primero que hacemos es coger goma y borrar todo para anotar el estilo que quiere nuestro director y el concertino. Hacemos las anotaciones en cada una de las partituras, para cada músico. Si es una gala lírica, y se tocan veinte obras, veinte arias por ejemplo, hay que hacer ochenta carpetas con veinte partituras, es lo que más trabajo da", destaca.

Zita y Diana colocan cada partitura en el atril de cada músico antes del inicio del concierto y luego tienen que esperar a que terminen para retirarlas. Las que han sido alquiladas hay que empaquetarlas y devolverlas a la editorial. Zita siempre se sienta entre el público a escuchar y ver a la Sinfónica. Diana prefiere oírla desde detrás del escenario. También están presentes "por si pasa algo". Y tienen que anotar todas las partituras de la Sinfónica pero también las que utilizan para sus actuaciones la Orquesta Joven y los coros (de adultos, de niños y de jóvenes). La preparación de las partituras se hace con bastante antelación. "Un par de semanas antes los músicos quieren tener sus partituras para trabajar. Yo las alquilo tres meses antes de la fecha de primer ensayo. Pero a veces hay un cambio de programa o se pone malo el solista o el director, el sustituto quiere otra obra, y en dos días tienes que conseguirlo todo, y es un estrés", afirma Tanasescu.

"En el futuro ya no se hará nuestro trabajo con lápiz y goma sino con un atril electrónico, con una tablet, que cuesta unos 3.000 euros. Samsung creó una y se probó con la orquesta de Bélgica. Yo vi la grabación y si te fijas, al lado del atril electrónico tenían también la partitura de papel. Pero más tarde o temprano es lo que va a haber y nuestro trabajo se va a reducir", asegura.

Las archiveras también son salvavidas con disponibilidad las 24 horas. Un músico puede perder la partitura original que se ha llevado a casa para ensayar y entonces ellas tienen que solucionar el problema. "Si se pierde una partitura, la responsabilidad es nuestra, no del músico. Por ejemplo, en una gira en Madrid un músico se dejó la partitura en el metro. Yo estaba en una reunión de archiveros musicales en Sevilla, somos veinte en toda España, y me llamaron. Era una partitura de tuba de Bruckner, había que encontrar una y no era fácil. Los archiveros tenemos un foro interno y nos mandamos mensajes de socorro, nos ayudamos entre nosotros, y la conseguí", apunta Zita.

El archivo musical de la Sinfónica cuenta con unas 2.000 obras, originales sin derechos de autor. "La proporción de obras alquiladas y compradas es de 70% y 30%, respectivamente, porque las obras sin derechos de autor son piezas clásicas, para orquestas más pequeñas y la Sinfónica es una orquesta muy grande y para poder utilizar a todos los músicos que hay no te sirven las obras clásicas", explica Zita.

Zita y Diana empezaron en la OSG como músicos también. "Al principio decía 'un año más y luego lo dejaré', y así decía otro año, y así estuve desde el 94 hasta ahora. Al principio echaba más de menos tocar y hacía algunos conciertos de acompañante", dice la jefa del archivo musical. "Yo estaba en la Orquesta Joven. De vez en cuando hago algún bolo porque me formé para ser músico y lo echas de menos, salir del lápiz de vez en cuando", dice Diana. Si le pregunta a alguien a qué se dedica y le dice "paso arcos", ya sabe a qué se refiere.