La iniciativa Mulleres Colleiteiras entregó ayer tres uniformes en reconocimiento a las personas que, desde el principio, hace ya tres años, confiaron en el proyecto y les prestaron su ayuda para que lo que parecía imposible se hiciese realidad. "Nos acordamos mucho de usted, don Xosé", le decía ayer Lourdes Gabarre a Xosé Lois Seixo, vicepresidente de la asociación de vecinos Atochas-Monte Alto-Torre de Hércules.

Seixo, que se sacudió el "don" con una carcajada, recogió el uniforme en nombre de la entidad, porque fue en la puerta de la biblioteca vecinal donde se instaló el primer contenedor naranja de recogida de aceite doméstico usado.

Y fue Seixo quien llevó "de ruta" por el barrio a estas mujeres "valientes", con parada en los centros educativos, para que, a través de los pequeños, el reciclaje entrase en las casas. De la mano de Arquitectura sen Fronteiras, estas mujeres iniciaron un proyecto que tenía una finalidad muy clara, que las mujeres que residían en asentamientos chabolistas de la ciudad, As Rañas y A Pasaxe, pudiesen abandonarlos y crear su propia cooperativa de reciclaje de aceite doméstico y forjar un futuro muy diferente al que estaba escrito para ellas y sus niños.

Empezaron en Monte Alto, con la ayuda de la asociación vecinal, "cuando lo estaba pasando muy mal económicamente, porque el PP les había retirado el convenio", recuerda Juan Aradas, de Arquitectura sen Fronteiras, pero también de dos mujeres, de Maika Piñeiro, de la mercería que lleva su nombre, y de María Villar, que fueron extendiendo el mensaje por el barrio y que las ayudaron a ir abrir puertas y ventanas.

"Nosotras pensábamos que no iba a tener tan buena acogida, que nos iban a rechazar por ser gitanas, pero vimos que no y ahora nos tratan como a amigas", explica Esther Gabarre que, junto a su hermana, explica que vestidas con la casaca rosa, se sintieron "por primera vez personas como las demás".

"Es un reconocimiento al barrio de Monte Alto, a la asociación de vecinos, pero también a todas las Maikas y a todas las Marías que ayudan sin que nadie lo sepa", resume Aradas este premio.

"Yo estoy haciendo todo este esfuerzo porque me pasé muchos años buscando empleo y no lo conseguí y, ahora, aunque todavía no nos da un sueldo, podemos trabajar", explica Lourdes Gabarre. La motivación de Esther es similar. "Siempre se dice que los gitanos no queremos trabajar. Quiero acabar con esa idea y que se vea que una cooperativa de gitanas puede funcionar". En las visitas que hicieron ayer a las Colleiteiras de honra, las hermanas Gabarre repitieron, sobre todo, dos palabras: "orgullo y gracias". Dicen que les ha cambiado la vida desde que se vistieron por primera vez de rosa, aunque la verdadera revolución está aún por llegar.

Mulleres Colleiteiras tiene ya una nave que está acondicionando para ser valorizadora de aceite usado. Dice Juan Aradas, de Arquitectura Sen Fronteiras, que esperan que, a finales de año, la cooperativa pueda empezar a cerrar el ciclo de los residuos domésticos para generar beneficios. El proyecto cuenta con el apoyo de la Diputación y con una furgoneta con rampa para poder transportar sin problemas los contenedores.

Sus sueños son muchos, tantos, como lugares en los que les gustaría poner puntos de recogida. Mientras eso no llega, las Mulleres Colleiteiras siguen con el mismo sistema que tenían cuando empezaron, con la recogida en los contenedores o bien a domicilio, cuando los usuarios tienen un mínimo de diez litros o de treinta, si son restaurantes. El teléfono para los interesados en participar en esta iniciativa es el 608 549 354.