Dice el catedrático de Historia Antigua de la Universidad de Alicante, Juan Manuel Abascal, que las inscripciones romanas en las piedras y los trozos de cerámica revelan, todavía ahora, información de cómo eran los asentamientos en la ciudad y sus márgenes, quiénes vivían en ellos y cómo se relacionaban los recién llegados del imperio romano con las poblaciones indígenas.

Abascal visitó durante este mes la ciudad para continuar con su labor de actualización del Corpus Inscriptionum Latinarum, que es un catálogo de inscripciones latinas del Imperio Romano. El trabajo en A Coruña se desarrolló, sobre todo, en el Museo Arqueolóxico, en el castillo de San Antón, no solo en sus instalaciones con vistas al mar sino también en el Coliseum, donde se guarda una gran parte de los fondos museísticos.

"En A Coruña hay, sobre todo, inscripciones votivas, altares dedicados tanto a dioses indígenas como romanos", explica el profesor Abascal. Y es que los romanos tenían la costumbre de construir un altar en piedra y hacerle una inscripción para mostrar su devoción a las deidades, ponían su nombre y colocaban el monumento en la calzada o en sus casas.

En este punto, se unen las costumbres romanas y las autóctonas, así que hay varios altares dedicados a dioses de los pueblos indígenas, que vivían en esta zona antes de la llegada de los romanos, hablamos, en concreto, del siglo III y IV antes de Cristo.

Según explica Abascal, estas inscripciones eran de devotos, pero también estaban en piedras que conformaban un símbolo funerario, como las lápidas actuales. Así que hay aras y estelas con información sobre el difunto, su nombre, algunos textos... y se conservan también, con algunos de los ejemplos expuestos en el castillo de San Antón, algunas inscripciones sobre fragmentos de material de construcción, como tejas o ladrillos, que llevan marcas con inscripciones romanas.

Cuenta Ana Martínez Arenaz, la técnica del Museo Arqueolóxico de San Antón, que había una diferencia muy grande entre morir en la ciudad y hacerlo en una aldea. La misma que se mantiene ahora, ya que las lápidas, por falta de espacio en la ciudad, se ponían de pie y, en las zonas rurales, se apoyaban en el suelo. Ambas contenían, sin embargo, la misma formación sobre el féretro. En el museo de San Antón se conserva material no solo de los hallazgos de la ciudad sino también de los municipios de la provincia.

Para el catedrático Abascal, "la más importante de todas las inscripciones que tiene el municipio "no está en el museo" sino en la Torre de Hércules, en una caseta, a mano izquierda. "Dentro de esa caseta hay una roca y en esa roca hay una inscripción dedicada a Marte. La hizo el arquitecto de la Torre, así que es, con mucha diferencia, la más importante de la ciudad", explica Abascal, ya que revela el nombre y la procedencia de Cayo Sevio Lupo.

"Hay, además, dos pedestales muy bonitos para sostener estatuas, con inscripciones romanas en la iglesia de Santiago, están dedicadas a los emperadores Marco Aurelio y Lucio Vero. Con esas inscripciones podemos conocer la época en la que la ciudad adquiere su mayor desarrollo en la época romana", comenta el profesor Abascal.

Otras piezas que se conservan en el museo de San Antón revelan la identidad de algunos funcionarios, que en la época romana se encargaban de llevar la administración de los asuntos de la ciudad y, a través de su lectura, se puede conocer "el grado de relación entre la población local" y la indígena, cómo se va produciendo el "proceso de integración, poco a poco, a nivel de religión" e, incluso, "cuándo se va perdiendo el culto a los dioses locales en favor de los romanos".

Y es que, a nivel religioso, las cosas han cambiado mucho. "Nosotros estamos acostumbrados a que cada religión tenga una divinidad. En el mundo antiguo los feligreses tenían muchos dioses, una persona podía tener predilección por cuarenta o cincuenta dioses, era lo normal", explica el catedrático Abascal, que defiende que las inscripciones son la "mejor fuente de conocimiento para datos demográficos, políticos e, incluso religiosos".

Explica Ana Martínez Arenaz, la técnica del Museo Arqueolóxico de San Antón, que hay piezas que, a pesar de su tamaño y de su escasa vistosidad, consiguen aportar mucha información sobre el pasado de la ciudad. Y es que en las estanterías del museo se exhiben fragmentos de vasijas y tazas que tienen grabados el nombre de sus dueños.

"Esta cerámica sería como nuestro Sargadelos. Era una cerámica muy buena, porque solo se fabricaba en el Imperio, tenía su marca de fabricación y los dueños las marcaban con sus nombres, después se popularizó, pero al principio era exclusiva", explica Ana Martínez.

En las vitrinas del museo se conservan también trozos de losas con las que los romanos hacían sus calzadas y construcciones, que revelan también los animales que había, ya que han dejado sus huellas impresas.