Algo tan anodino y burocrático como un Registro Civil fue, en otros tiempos, una fábrica de sueños en la que muchos niños coruñeses pasábamos maravillosas tardes todos los domingos: el cine Equitativa, que en su primera etapa fue inaugurado en 1949.

Pese a ser un sala pequeña, originalmente era muy elegante, con sus molduras de escayola, sus sistemas de iluminación indirecta y hasta con sus dos palcos laterales en el anfiteatro. El alma máter del Equitativa no era su propietario, Albino Francesch, ni los proyeccionistas, sino su acomodador, al que llamábamos Chousas, aunque su apellido era sin la ese, don Ramón Chousa Penas.

Cuando llegó al Equitativa, el señor Chousa venía curtido de un cine con un público todavía más salvaje, el del Hércules. Y antes que en el cine Hércules, Chousa sobrevivió en sitios peores, nada menos que en las estepas rusas, durante la II Guerra Mundial, donde coincidió en la misma división con un nombre emblemático del cine español, Luis García Berlanga.

El señor Chousa no sólo era un acomodador: limpiaba, acomodaba, fumigaba con fly a los espectadores, a los que mantenía a raya. Recuerdo una sesión, cuando latamos a pasantía un numeroso grupo de alumnos de la Academia Séneca el temido centro entonces conocido como La Checa, en Juan Flórez, dirigido con mano de hierro por los famosos don Manolón y don Miguelón.

Don Miguelón, gracias a un chivato, se enteró que habíamos ido al cine Equitativa, nos fue a buscar, y Chousa no dudó en encender las luces y echarnos a la calle. En la historia coruñesa debería registrarse el día que expulsó a toda la plantilla del Fabril, incluyendo al mismísimo Amancio.

Recuerdo con cariño los follones que se formaban, en aquel Equitativa, cada vez que se rompía la película, lo cual no era raro en las sesiones infantiles con cintas que ya habían visto días mejores en las salas de estreno, o cuando alguien de la chavalada arrojaba pepitas cheirentas. El señor Chousa, dotado de un fino olfato direccional y una gran psicología, siempre solía acertar con los culpables y expulsarlos de la sala.

El cine Equitativa volvió a abrir como Multicine entre 1992 y 2006. En esta última etapa se dividió el local primero en cuatro salas, y luego en seis. En esta época final ocurrió uno de los sucesos más sorprendentes habidos en los anales de los cines en España: que la pantalla cayese sobre el público; mi hermana Susana estaba allí, en ese pase, afortunadamente detrás, y me dijo que, tras el susto inicial, luego fue muy gracioso ver los bultitos de las personas sobresalir de la tela como fantasmas.

Otro día, estos Multicines Equitativa, sufrieron una inundación, también en plena película: unos espectadores quedaron empapados, mientras que a otros tuvieron que rescatarlos cargando con ellos los acomodadores y los proyeccionistas.

Recordando de nuevo la figura del señor Chousa, es menester mencionar que, poco antes del cierre de la primera etapa del Equitativa, en 1972 ganó una plaza de funcionario.

¡Qué maravillosos años sesenta y setenta pudimos disfrutar los niños coruñeses, en cines como el Equitativa, gracias a personajes como don Ramón Chousa! A pesar de que le organizábamos jocosas situaciones, a la hora de la verdad, el respeto que le dispensábamos era total. Es una pena que, en la actualidad, los adolescentes no puedan experimentar experiencias de cines como el Equitativa de aquellos años.