Es sin duda As Xubias una de las prendas escondidas de la ciudad. Y lagartijear en el apeadero abandonado o desenchufarse bajo el sol en la Toquera, un placer para coruñeses iniciados. El plano general, ajeno al lodo de la ría, a la difícil realidad del poblado, a las disfunciones urbanísticas y al ajetreo circulatorio próximo, ofrece una linda y reposada postal. Postal metropolitana, además. Santa Cristina, a tiro de lancha, un servicio que funcionó hasta los ochenta. Incluso el paso ocasional y ruidoso del tren redondea su romanticismo, el mismo que vio Prince en 1990 cuando, según relata el periodista Rubén Ventureira, escogió Santa María del Mar para su concierto porque el ferrocarril serpenteaba el litoral a la vera del pabellón. Salvaguardada ya la zona de la presión inmobiliaria y desaparecida la industria del entorno, el núcleo y toda la costa de Oza a A Pasaxe se abren a una intervención municipal que lo recupere como espacio público. Un potencial enorme que requiere, eso sí, una transformación blanda y respetuosa con la forma de vida de sus vecinos, con su pasado y el entorno natural, que conserve su estatus de rincón secreto de todos los coruñeses.