Los cooperativistas del ofimático se dejaron ahorros y esperanzas en intentar ejercer su derecho a la vivienda a un precio asequible. Los vecinos de San Vicente de Elviña se vieron convertidos en promotores, pagando cuotas de urbanización impagables, arruinados en muchos casos y desalojados en otros. Sus intereses, marcadamente contrapuestos. Al final, ambos colectivos enfrentados se han convertido en rehenes de una gestión urbanística desastrosa, desde la planificación de un lugar que solo iba a tener usos terciarios, a su recalificación para levantar un nuevo polígono de pisos y las decisiones posteriores que desembocaron en la pesadilla colectiva actual. Porque el ofimático es una historia para no dormir. La dificultosa solución para la anulación de un contrato de 42 millones adjudicado en las campanadas del mandato de 2011 -cuyo precio fue siempre calificado de desorbitado por los promotores coruñeses, los denunciantes- añade sombras cuando brotan los primeros edificios de cooperativas y los vecinos del núcleo tradicional esperan ver concretada la promesa de que nadie les echará de allí.