A pesar de las excavadoras, de las que tiran casas y de las que allanan el camino para la construcción de edificios, el núcleo de Elviña mantiene todavía en pie algunos de los símbolos de su historia. Cerca de la parcela en la que, durante décadas, estuvieron la casa y el taller de Álvaro Corral, hay un espacio casi como de cuento, con árboles que cuentan más de ochenta años, un pozo y un semillero. El mismo que eligieron como refugio los activistas que intentaban frenar su desalojo. "Por su condición de núcleo limítrofe, Elviña nunca tuvo la autonomía de un barrio de la ciudad", comenta Iago Carro, uno de los miembros del colectivo Ergosfera, que elaboró la exposición Cousa de Elviña. Durante la semana pasada, los más de setenta años de lucha de esta zona pudo verse en el Concello, desde ayer y hasta el viernes, estará en las oficinas de la Concejalía de Rexeneración Urbana e Dereito á Vivenda, en Monte Alto, y la próxima semana, en la sede del Ministerio de Fomento, en el polígono de Elviña. Es una más de las intervenciones que forman parte de la iniciativa Expontáneas.

Pegados en cartones y con los carteles de las manifestaciones y los documentos de la defensa por mantener la esencia del barrio, Ergosfera describe el núcleo de Elviña desde cuatro puntos de vista: desde el inicio de su batalla, hace ya setenta años, cuando la ciudad "empezó a comerle terreno"; también desde el objetivo del área metropolitana y su diversidad. Reivindica el carácter diferencial de las casas de Pereiroa, que están pegadas a Alfonso Molina, y otra manera de entender el urbanismo, porque también analizan la evolución de Elviña desde que se empezó a gestar el parque ofimático.

"Se habla mucho de que los procesos participativos llevan mucho tiempo y que ralentizan el desarrollo de los proyectos urbanísticos. En Elviña no se le preguntó a nadie y ya llevan 26 años. Si hubiesen consultado, ya estaba hecho", comenta Iago Carro, que cree que, además, este proyecto ha conseguido enfrentar a todo el mundo.

"Todos son perjudicados", define, tras ver que algunos de los vecinos vendían sus casas a la primera oferta, que otros habían decidido quedarse y resistir y convertirse en promotores sin quererlo, con el desgaste que eso supone. Entre otras actuaciones, todos los viernes al mediodía, los vecinos de Elviña, se suben al puente de Alfonso Molina y reclaman una solución a sus problemas. También tienen magulladuras los cooperativistas, que confiaban en tener una casa y todavía no han podido estrenarla y el Ayuntamiento, que se ha visto inmerso en procesos judiciales. El cuarto enfoque con el que Ergosfera se enfrenta a la evolución de Elviña es el de su historia, sus rincones y recuerdos y el futuro que puede esperarle.

"Todas las opciones que damos para la margen derecha y que se puedan salvar las dos casas son posibles: la desafectación total, que es la que piden los residentes [porque así no solo podrían quedarse en sus viviendas sino que se quedarían también libres de las cuotas de urbanización a las que se ven sometidos actualmente]; la desafectación parcial y la reordenación, que no requiere la modificación del plan general, sino solo la del plan parcial", según dice Carro.

Asegura que otra manera de hacer urbanismo es posible, pero para ello se necesita voluntad. Eso sí, advierte de que nada de esto "se va a solucionar de un día para otro" ni que se puedan revertir los daños causados a un barrio que nadie considera como tal.

"No hay por qué arrasar con todo cuando se construye", defienden desde Ergosfera y Carro pone como ejemplo la poca delicadeza que se tuvo, "desde siempre" con proteger las diferencias, que son también parte de la ciudad. "Cuando se construyó en Someso, en 2007, a los vecinos de Elviña se les cercenaron los caminos que les unían con esa zona innecesariamente", describe Carro. Y es que considera que la recuperación de estos viales es una parte muy importante para que Elviña tenga relación con los núcleos que la rodean y se integre, sea cual sea la ordenación del territorio. Cousa de Elviña ofrece puntos de vista, cronologías y pasos a seguir, y pone el dedo sobre Pereiroa.

"Tendrían que estar protegidas solo por lo que representan, por lo que tienen de singular, porque cualquier urbanista sabe que Alfonso Molina va a acabar siendo una avenida urbana, no tiene sentido que se eliminen estas tres viviendas, que ya cumplen esta función", comenta Carro e incide en que, con el paso de los años, no tendrían por qué seguir siendo hogares, podrían ser bares negocio, pero mantendrían vivo el testigo de lo que Elviña fue. Y Carro recuerda, por ejemplo, el partido de fútbol que se disputó entre mujeres en el campo de Elviña, en el lavadero en el que se juntaban las vecinas y en los caminos que recorrían para poder salir de su pequeño mundo y que la llegada de Alfonso Molina cortó con escuadra y cartabón.