"No vinieron a la ciudad para vender pulseras en la calle". Son mayoría entre los alrededor de 700 vendedores ambulantes que hoy recorren las calles coruñesas, incluidos manteros, los que no desean comerciar con sus productos a pie (bolsos, bisutería, ropa, adornos, dvds), sino encontrar otra ocupación más digna, una salida profesional que favorezca su integración social. Asegura esta voluntad general Djibril Faye, senegalés que ejerce de mediador de la población migrante de su país en la ciudad y responsable de programas sanitarios en la entidad social Ecos do Sur. Esta semana Faye estuvo en el ayuntamiento para participar en el arranque de la mesa de trabajo con la que el Concello quiere buscar alternativas laborales a manteros y vendedores ambulantes. "Hará falta mucho trabajo, tanto del Gobierno local como de Extranjería. Para que dé resultado es necesario que los itinerarios previstos ofrezcan salidas y proyectos reales, no soluciones temporales", admite.

La carencia de permisos de residencia o la imposibilidad de renovarlos una vez obtenidos que sufre una gran parte de manteros supone un importante obstáculo para cualquier intento de regularización laboral. Es esta situación la que motiva con frecuencia que quienes empiezan en la ciudad vendiendo en la calle y encuentran después otra ocupación en el mar, en la construcción o en el campo -en Galicia o en otras autonomías-, regresen al top manta o a la venta en mercados y mercadillos o de local en local.

Más del 90% de manteros y vendedores ambulantes que se instalan en la ciudad proceden fundamentalmente de Senegal, calcula Djibril Faye. Son varones casi todos, hay muy pocas mujeres, que hacen trenzas o venden comida. Muchos ejercían el mismo trabajo en su país, por lo que cuando llegan hacen lo que ya conocen, "la alternativa más fácil", comerciar con artículos de venta propios que se traen de África o con piezas adquiridas en almacenes. Entre ellos unos quieren continuar en el sector, llevan incluso más de veinte años acostumbrados a una dinámica laboral que les ha hecho estar bien organizados; otros, la mayoría, insiste Faye, solo venden en la calle al llegar, también como alternativa más cómoda, pero al carecer de permiso de residencia y de trabajo no ganan lo suficiente para cubrir el alquiler de un piso -muchos viven juntos bajo el mismo techo-, la alimentación y el porcentaje de ingresos que casi todos envían a sus familias en Senegal, por lo que buscan otra forma de ganarse el pan.

El próximo lunes está prevista una reunión en el Centro Ágora para que manteros y vendedores ambulantes de la ciudad conozcan los planes municipales para regularizar su sector. El Foro Galego de Inmigración interviene también en el proceso para diseñar salidas profesionales y crear rutas de inclusión. "Más allá del periodo que dure la renta social a la que los vendedores pueden acogerse, el plan debe aportar formación para ayudarles en otras actividades", opina Faye.