Las fundaciones María José Jove e Ingada organizan a lo largo del mes de octubre cursos para dos centenares de profesores de diferentes niveles para el tratamiento del alumnado con Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH), en torno a temas como sus fundamentos clínicos, las dificultades de aprendizaje o el manejo en el aula. Con la colaboración de la Xunta, esta formación se extenderá, a lo largo del curso, a una plataforma online para llegar docentes de toda la comunidad. La vicepresidenta de la Fundación Ingada, la doctora Elvira Ferrer, reflexiona sobre el papel de la educación en desarrollo emocional e intelecutal de las personas con TDAH en su etapa infantil y juvenil y entiende que el sistema tiene que mejorar a la hora de atender a la diversidad dentro del aula.

-¿Qué tipo de problemas tienen los niños con TDAH dentro del aula?

-De todo. De aprendizaje, de convivencia, emocionales... Al final son problemas que generan infelicidad, que es por lo que nosotros trabajamos. La manifestación predominantes es el déficit de atención, lo que le genera más problemas de cara al futuro. Porque si tú no puedes atender, no puedes aprender, aunque seas una persona muy inteligente. Y ese es otro hándicap, hay incluso niños de alta capacidad, que no rinden como podrían.

-¿Y cómo se atiende esto dentro del sistema educativo?

-Nos encontramos con un método educativo estandarizado, rígido. Hay un sistema educativo con muchas cosas buenas pero que tiene mucho que mejorar, sobre todo de cara a la atención a la diversidad. El niño que tiene un buen rendimiento, con un aprendizaje adaptado a su edad, no va a tener problema. Pero cuando uno necesita una forma de enseñar diferente y no se la dan, te quedas sin esa oportunidad. Además de ello, muchas veces tienen inquietudes que les interesan mucho más que el contenido curricular básico. Y eso no se explota. Todos tenemos que aprender matemáticas, lengua... pero a veces hay otras cosas que generan un desarrollo cerebral estupendo y que normalmente no se trabajan.

-Indican que es el trastorno psiquiátrico más frecuente en la infancia, uno o dos niños por aula. ¿Hay recursos para atenderlos?

-Hay diferencias entre comunidades autónomas. También las tenemos incluso dentro de Galicia. En cuanto a la parte clínica, hay unidades de salud mental en todas las provincias. Pero la atención tiene que ser multidisciplinar, no nos podemos quedar solo en la parte médica, del psicólogo... En los colegios hay un equipo docente y de orientación, que normalmente es sobre el que pivota la atención a la diversidad; medidas de adaptación curricular, posibilidad de refuerzos... Pero lo que sí es cierto es que los recursos no son suficientes en absoluto. Muchísimas familias tienen que recurrir a clases particulares, a psicólogos, a gabinetes donde les dan un complemento emocional y pedagógico.

-Y las familias también necesitarán aprendizaje.

-Claro. Primero, porque tenemos que aprender a ayudar a nuestros hijos y, segundo, que es muy importante, porque se trata de un trastorno que tiene una carga genética elevadísima y es muy habitual que uno de los dos padres sea TDAH también y no lo sepa. Le puede haber ido regular en la vida, tener un desarrollo profesional o una maduración emocional inadecuada, se va apañando en el día a día... pero cuando hay que hacer frente a una situación así, se puede ver bastante desamparado. Y ya no digamos los problemas que hay muchas veces de convivencia familiar. Hay una tasa de ruptura de parejas muy elevada en familias con niños con TDAH. Esto genera que los niños a veces se encuentren en una situación contraproducente porque precisamente necesitan una vida lo más ordenada posible. Nos encontramos con familias en las que el padre dice que cree y la madre dice que no, como si fuese una cuestión de fe. Es complejo.

-¿Y entre el profesorado también existen esa disparidad de opiniones?

-Y no solo en la comunidad docente. Yo soy médico y tengo que ir a veces en contra de mi profesión, yo tengo compañeros que niegan el trastorno. Desde luego lo que no podemos es negar la evidencia. Hay incluso personas que dicen que esto es una moda. Si le llamamos moda al hecho de que un trastorno se conozca más... Si no llega a ser por que se conoce más, estos niños quedarían en el olvido y estarían abocados al fracaso escolar, que es el problema más inmediato que existe.

-¿A qué se debe aspirar?

-A nosotros lo que nos interesa es potenciar el talento de estos niños, que lo tienen, no estamos hablando de una discapacidad que hay que paliar. No se puede caer en la resignación. Nos encontramos con gente con mucho talento, niños deseando agradar, que se le hagan encargos y se confíe en ellos... Y muchas veces no se hace porque no cumplen unos criterios mínimos de curriculum. Nuestro presidente, Ángel Carracedo, dice siempre que estamos matando la creatividad. Estoy de acuerdo. El sistema educativo tiene que tener una revolución y no solo para los niños con TDAH.

-¿Es compatible el trabajo con estos niños en el aula sin que queden estigmatizados?

-Por supuesto, nosotros abogamos por la integración, la normalización. En general, lo mejor es normalizar la situación. Somos diversos. Igual que hay niños miopes que llevan gafas y no lo pueden negar pues el hecho de tener TDAH no tiene que ser un estigma negativo, teniendo en cuenta además de que pueden hacer cosas que otros no pueden, como simultanear varios proyectos y hacerlos bien si está motivado. Tienen gran capacidad de ejecución, son apasionados, con una capacidad de liderazgo... Hay grandes personalidades con TDAH reconocido, como el doctor Rojas Marcos. Esto no es un disgusto que cae en la familia, pero todo depende cómo lo manejes.

-¿Y cómo es la convivencia con los otros escolares?

-Pues depende de los recursos que se pongan y de la edad. En general, a los niños más disruptivos, que no están quietos, que incordian, que se sube a todo... generan malestar y muchas veces son rechazados por sus compañeros. Se quedan solos en las excursiones, no los invitan a los cumples... y para salvar esa impopularidad se convierten en el macarrilla del grupo o cada uno se busca su mecanismo. Pero también nos encontramos con niños muy sensibles, muy pendientes de las personas que sufren... llevándolos bien, son un encanto. Pero si se sienten desprotegidos, se defienden mal.

-¿Qué papel tiene el profesor en el diagnóstico?

-Es importante que cada uno se ocupe de lo que su disciplina le permite pero también trabajar en equipo. El diagnóstico clínico no lo puede hacer un profesor pero si le damos herramientas de conocimiento puede apreciar signos de alerta, y dar la primera voz de alarma. En eso estamos trabajando, en ofrecer una formación mínima para que lo conozcan, que puedan responder, que tengan un espíritu crítico y hacerse su propio criterio... Y mostrarles cómo, con pequeñas modificaciones en el aula, con cuatro o cinco medidas simples, sin gran inversión económica, y teniendo en cuenta que hay 25 niños, puede conseguir que el niño, no solo no genere distorsión en el aula, sino que produzca y se sienta bien, que es a donde tenemos que llegar.