De "socio preferente" en la oposición a aspirante a socio de Gobierno. En resumidas cuentas, este es el camino andado por el PSOE local en menos de año y medio de mandato. El portavoz socialista en María Pita, José Manuel Dapena, ya ha dejado claro que su formación quiere entrar en el Ejecutivo y que jugarán al todo o nada: o se llega a un acuerdo sobre este nuevo marco de relaciones o no habrá negociaciones a respecto de los impuestos y presupuestos municipales de 2017, esenciales para que el Gobierno de Marea pueda llevar adelante su programa electoral.

Atrás quedan los tiempos de la resaca de las municipales. Los socialistas y su entonces candidata a la Alcaldía, Mar Barcón, se vieron obligados a encajar el peor resultado de su historia en la ciudad. El PSOE, el partido que lo fue todo en A Coruña durante dos décadas, quedó relegado a la tercera plaza, con el orgullo magullado a manos de unos iniciados en la política institucional. La insuficiencia de concejales del BNG y el poco probable apoyo del PP a la Marea los colocaba en una situación privilegiada para condicionar cada paso del Gobierno y atarlo en corto.

Pero cualquier esperanza de una alianza cordial se desvaneció en los primeros días. Ya antes de la propia investidura, los socialistas reconocían estar molestos por el hecho de que la Marea anunciase su propia estructura de Gobierno sin haberla consensuado con ellos. La sucesión de conflictos en los siguientes meses por diferentes motivos -la modificación de las cuentas de 2015 y, sobre todo, el presupuesto de 2016- distanció al Ejecutivo local de los socialistas con el oasis del pacto para las ordenanzas fiscales y emplazó a ambos bandos a reconocer la necesidad de un cambio en la forma de llegar a acuerdos y ponerlos en práctica.

La palabra usada por Dapena fue "replanteamiento" de las relaciones. Aunque el socialista nunca llegó a poner sobre la mesa -hasta ahora- una fórmula definida para esta relación, tampoco ofreció jamás un "no" a un posible bipartito ni descartó que se encontrase entre sus pretensiones. "La fórmula que mejor estabilidad ofrezca a los ciudadanos", aseguró en enero. En febrero, volvió a dejar la puerta abierta a la hipótesis. "Lo estudiaríamos [la posibilidad de entrar en el Gobierno] como cualquier otra cuestión que se nos traslade".

Ahora, con las negociaciones del segundo presupuesto en el horizonte, el PSOE se lanza a la piscina y, pese a la oposición del Gobierno, reclama un sitio en los despachos de decisión. Lo hace, además, a contracorriente, en el momento menos propicio desde mayo de 2015.

Los socialistas decidieron quedar fuera del Ejecutivo cuando las circunstancias más animaban a intentar una entrada. Por una parte, la ausencia de rencillas entre uno y otro grupo favorecía, a priori, la cordialidad. Por otra, la coalición mantendría una cierta coherencia con la fórmula ensayada en otras ciudades vecinas, como Ferrol, y se vería con simpatía por parte de la dirección estatal del partido, liderada entonces por Pedro Sánchez, más cercana a estrechar los lazos con el entorno de Podemos.

José Manuel Dapena y Mar Barcón dan ahora el salto con todo en contra. Abrazan la coalición después de 14 meses de turbulenta relación con el Gobierno, después de que el pacto en el Ejecutivo local de Ferrol haya saltado por los aires y después de que el Comité Federal protagonizase el golpe de timón que arrebató la secretaría general a Pedro Sánchez y puso al frente de la nave a los sectores más favorables a entregar en bandeja el Gobierno central al PP, a través de un abstención en el Congreso.

La aventura del PSOE local también supone un giro con respecto a las posiciones defendidas por Dapena y Barcón en el proceso de primarias internas celebrado en mayo para elegir al candidato a la Xunta. Ambos habían respaldado como aspirante a Xosé Luís Méndez Romeu, más alineado con las tesis del alcalde de Vigo, Abel Caballero, y, por tanto, más contrario a un acercamiento al espacio de las Mareas.