-Los casos de violencia de género, especialmente los que acaban en tragedia, son cada vez más frecuentes en los medios de comunicación. ¿Centros y entidades contabilizan más casos ahora también entre los jóvenes que antes no se denunciaban?

-Los estudios de órganos de investigación social como el Instituto Nacional de Estadística o la Comisión de la Violencia de Género revelan últimamente que entre el sesenta y el setenta por ciento de las denuncias que se realizan sobre violencia de género proceden de población menor de 30 años. No estamos seguros de que ahora se produzcan más casos que antes, pero la sensibilización es mayor y, en consecuencia, cualquier acto de violencia va a ser denunciado.

-¿Esa sensibilización tiene suficiente calado?

-Se ha hecho un esfuerzo grande en introducir la educación sobre igualdad de género en las aulas y eso ha tenido mayor repercusión en las denuncias. Eso no quiere decir que los casos sean más numerosos.

-¿Con qué actitudes habituales manifiestan los adolescentes la violencia hacia sus parejas?

-En la población joven y adolescente las redes sociales y los dispositivos móviles canalizan la violencia de género transmitida antes en conductas tradicionales. En las redes, con acciones de control hacia la pareja, la revisión del teléfono móvil, un lenguaje duro... Reconvierten la violencia tradicional. Pero las pautas violentas no salen de la nada y se reproducen en el resto de las dinámicas de nuestro entorno y fuera de las redes sociales.

-En el caso de las redes, ¿por un abuso de ellas o un mal uso?

-Estamos en una época en la que el uso y la penetración de las nuevas tecnologías es inmenso. No creo que los jóvenes se equivoquen tanto como las personas mayores al utilizar las redes. Debemos plantearnos si los adultos las usan bien. Cuando se producen acciones violentas entre jóvenes y las redes son protagonistas está claro que no se les da el uso positivo que tienen. El control a la pareja y la violencia no se producen por un mayor uso, sino por un uso que no es el adecuado. Pero hay otras influencias sociales innegables, como ciertos programas de televisión.

-Ante ese efecto negativo que ejercen las redes, ¿los adultos deben prohibírselas a sus hijos?

-La prohibición no lleva a buen puerto. Hay que fomentar la sensibilización en torno a lo que pasa en las redes sociales en edades vulnerables y desmitificar que eso tiene que estar ocurriendo. Prohibir no conduce a nada si no hay un cuestionamiento de por qué se está prohibiendo. Primero hay que interiorizar que los actos violentos no son comportamientos saludables.

-¿Las víctimas adolescentes lo cuentan o se lo callan?

-Se trata de contar tanto la violencia de género como la violencia en general. Hay una gran parte de población adolescente que no se lo cuenta a nadie, que se lo guarda para sí por vergüenza y sentimientos de culpabilidad. Pero con las campañas de concienciación sobre este asunto parece que se cuenta y denuncia más. La violencia en la juventud debe denunciarse enseguida, desde el primer momento, y no cuando el abuso es constante.

-¿Hay un perfil predominante de víctima?

-A medida que la edad es mayor los casos se denuncian más. Es lo que advertimos en el Centro Reina Sofía, que es donde trabajo. El perfil más vulnerable corresponde a chicas de entre 12 y 16 años; son ellas las que no reconocen ni denuncian los actos violentos.

-¿Hay víctimas varones?

-Los actos de intimidación que tienen que ver con violencia física y psicológica son generalmente de los chicos hacia las chicas. También hay ciertos actos de control de chicas a chicos que tienen más que ver con el mito del amor romántico.

-¿Los jóvenes heredan de su entorno comportamientos de violencia de género?

-Hay una herencia social que hace que los jóvenes socialicen con gestos de violencia de género y que procede de diferentes niveles sociales: medios de comunicación, pautas familiares, pautas relacionales... Desde que somos pequeños y a lo largo de nuestra vida no dejamos de ver o escuchar cómo deben comportarse los hombres y las mujeres. Es como un pensamiento binario y distinguido en el que los hombres van por un lado y las mujeres por otro.

-¿Esa herencia se transmite?

-Suele ocurrir. Por eso la adolescencia es una edad fundamental en la que hay que intervenir educacionalmente para prevenir que los comportamientos de carácter violento vayan a más.

-Pongámonos en este caso: soy un padre que descubre que su hija adolescente es víctima de violencia de género. ¿Qué hago?

-Para empezar, si recibes un aviso, ya es una buena señal porque se puede empezar a actuar. Si ocurre en un contexto escolar, que es lo común, lo primero debe ser avisar al servicio de orientación para afrontar los retrasos académicos que la situación puede producir. Después, me iría a cualquier centro municipal de la mujer o a colectivos feministas que pueda haber en tu ciudad porque hay profesionales muy informados y preparados.

-Y yo, en casa, ¿qué hago?

-Recurrir a medios alternativos a lo que habitualmente hacemos: ver películas, recomendar lecturas, incentivar modelos culturales que sobrepasan lo que entendemos por amor romántico.