El crash del ladrillo ha dejado heridas en la economía pero también en las superficies de las ciudades. Nueve años después de que saltase por los aires el modelo basado en el cemento y las hipotecas de por vida, A Coruña todavía mantiene en sus calles cadáveres inmobiliarios que languidecen con sus esqueletos de hormigón al aire libre. En total, una veintena de estas ruinas modernas sobreviven dispersas por todos los barrios de la ciudad. El óxido, las humedades y los pintadas en el interior de los inmuebles son una constante en muchas de estas estructuras, que también comparten en muchos de los casos un origen común: el de un promotor que intentó sacar tajada de la época de vacas gordas y del que ahora nada se sabe.

Aunque alejado del centro, uno de los casos más paradigmáticos se encuentra en el número 376 de la avenida Finisterre, en A Fontenova. Este esqueleto es el único de los existentes en la ciudad que el Sareb, el conocido como banco malo, tiene puesto a la venta en su portal inmobiliario online, que no recoge todos los activos de este tipo que realmente tiene en propiedad. La obra era ambiciosa: 3.855 metros cuadrados, 134 pisos, 240 plazas de aparcamiento y 134 trasteros.

Ahora, solo sobrevive la estructura de hormigón de ocho pisos, rodeada de un vallado metálico y plumachos. El inmueble, junto al edificio gemelo que lo acompaña a pocos metros, también abandonado pero ya prácticamente acabado, fue levantado por la liquidada promotora Teconsa. El parón tuvo consecuencias para los más de 50 compradores que habían entregado la entrada para adquirir un piso en la promoción. También trajo cola entre los vecinos del entorno de O Ventorrillo, ya que algunos de los pobladores de Penamoa okuparon en 2012 uno de los inmuebles durante un mes, el tiempo que tardó un juez en ordenar a la Policía que los desalojase.

El desplome en 2007 del crédito a particulares y empresas atrapó a decenas de constructores con proyectos a medias que se vieron obligados a para, en ocasiones ante la previsión de que no iban a venderse o, la mayoría, por la quiebra de sus propios negocios. Los datos del Instituto Galego de Estatística (IGE) sobre licencias de construcción concedidas en A Coruña evidencian la depresión en la que se sumió el sector, siguiendo la tendencia de todo el Estado. Si en el año 2004 se concedían en la ciudad 114 licencias para levantar bloques de viviendas, en 2007 la cifra se había desplomado a 64, llegando a solo siete en 2011. Con centenares de viviendas construidas y sin ocupar, los datos de 2014 -los últimos de los que tiene datos el IGE- muestran solo cinco licencias de construcción concedidas.

Monte Alto y Sagrada Familia son los barrios más prolíficos en cuanto a edificios a medio acabar se refiere. Este último presume de contar con una de las pocas promociones abandonadas con una grúa todavía en pie. En la calle Nuestra Señora del Rosario, en un inmenso solar que desemboca a la ronda de Nelle y la calle Cardenal Cisneros, se levanta una estructura de siete alturas. "Esto es un peligro. Cualquier día se case abajo la grúa con un temporal", indica Manuel. Desde hace dos años, es el propietario de una tienda de interiorismo pegada a este edificio. En todo este tiempo, no ha visto ningún tipo de actividad en el esqueleto pero sí ha tenido que padecer las humedades que llegan tras los días de lluvia. "La pared la tengo que pintar entre tres y cuatro veces al año. A los vecinos de los pisos de arriba les pasa lo mismo porque el agua se estanca en cada piso y eso filtra", asegura este empresario, que también denuncia la frecuente presencia de okupas que acceden saltando el pequeño muro de la planta baja.

A pocos minutos de allí, en la plaza de Padre Rubinos de Os Mallos, sobrevive el que probablemente se ha convertido en el emblema de estas ruinas contemporáneas que afean la ciudad. Allí, una torre de ocho pisos de altura se levanta en medio de las viviendas tradicionales de mediados del siglo pasado, de cuatro plantas en su mayoría, dando forma al skyline más característico del barrio. A pocos metros, en la urbanización de Vioño, un bloque bastante más grande, sobrevive a la intemperie y sin obreros en la calle Igualdad. Forma parte del complejo residencial que creció en torno al parque de Vioño durante la primera década de este siglo. "Cualquier día cae uno de esos tablones, le da a alguien en la cabeza y hay una desgracia", comenta una vecina señalando a los falsos balcones puestos por los operarios que hace años trabajaban en la obra. Ahora, algunos bloques de ladrillos se acumulan ordenadamente y tapados con un plástico en cada piso pero en la estructura no trabaja ni un alma.

"La gente no se mata por ellos, pero algunos van teniendo demanda". Lo dice el presidente del Colegio de Agentes de la Propiedad Inmobiliaria, Herminio Carballido, que alude como ejemplo al número 30 de la calle San Isidoro, en la Sagrada Familia. Rescatado hace escasos años, hoy este inmueble ya está totalmente acabado y luce el cartel de "Se vende piso y plaza de garaje". A juicio de Carballido, las probabilidades de que estos proyectos paralizados por el crash del ladrillo ganen una segunda vida depende de que su dimensión sea reducida. "Si tienen más de 20 viviendas es difícil que lo quieran porque es una cantidad muy alta y es arriesgado invertir", asegura el presidente del Colegio, que cifra en 10 pisos la cifra ideal. "Hace un par de semanas, sin ir más lejos, se subastó uno en Monte Alto", afirma.

Este inmueble de Monte Alto al que se refiere Carballido está situado en el número 4 de la Carretera de la Circunvalación. Este, junto al 15 de la calle Arenal, el 18 de la ronda de Monte Alto y el 24 de la calle Torre, es uno de los edificios cuya construcción quedó en stand by. El presidente de la asociación vecinal Atochas-Monte Alto-Torre de Hércules, Alberte Fernández, denuncia los problemas de humedades que generan estas estructuras de hormigón en la zona, aunque también llama la atención sobre los solares vacíos dispersos por el barrio. "Aquí hay solares dormidos que están esperando a que vuelvan los tiempos del ladrillo para construir de nuevo", asegura el portavoz vecinal.

En Os Rosales, uno de los barrios de más reciente construcción de la ciudad, también se encuentra uno de estos ejemplares. En la calle Emilio González López, un bloque de viviendas abandonado rompe con la coherencia de una urbanización que tiene el resto de los inmuebles construidos. Situado en la punta más próxima a O Portiño, disimula con unas redes en la fachada el total abandono en que se encuentra. En el interior, una hormigonera y unos cuantos tablones de madera podridos en el suelo son la prueba de que hace tiempo hubo quien trabajó donde hoy solo habitan las palomas anidadas en los primeros pisos. A los pies de la obra se apoya una caseta con dos carteles. El primero, una advertencia: "en el interior de esta caseta no existe absolutamente nada de valor". El segundo, un número de teléfono para consultas que, contactado por este diario, corresponde a un ciudadano inglés asentado en Murcia que niega entre risas tener nada que ver con la promoción inmobiliaria. "Ya me han llamado muchas personas por algo de unos pisos en el norte, pero no sé nada", dice con acento británico.

El secretario general de la Asociación Provincial de Promotores Inmobiliarios de A Coruña, Juan José Yáñez, apunta a los cambios normativos aprobados en los últimos años como la traba que disuade a muchos empresarios de retomar estas obras abandonadas hace años. En concreto, se refiere a los cambios en las normativas de accesibilidad, de hábitat o en los propios planes generales. "Puede darse la contradicción de que un edificio abandonado fuese construido parcialmente siguiendo una norma que ahora ya no está vigente. Si uno quiere retomar la obra de nuevo tiene que cumplir la norma actual y no aquella con la que se diseñó el edificio, lo cual dificulta enormemente que se le pueda dar salida a estas promociones", señala.

Los promotores coruñeses reclaman que las prórrogas de licencias para este tipo de construcciones no se basen en la normativa actual sino en la de la época en que se comenzaron a levantar. "Es una cuestión de eficiencia", indica Yáñez.

Esto es lo que le ha pasado a la nueva promotora de los solares de Tabacos, Dospuntos. Tras hacerse con el control de los 800.000 metros cuadrados edificables heredados de San José Desarrollo Inmobiliario, ha aceptado iniciar un nuevo expediente completo que, tal y como reclamaba el Concello a la anterior promotora, se adapte al plan general de 2013 y a otros reglamentos que han cambiado en los últimos años, como las de accesibilidad y el Código Técnico de Edificación. La obra está parada pero la nueva caseta ya fue instalada con vista a completar la urbanización.

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