Antes de dar comienzo al concierto, se anunció a través de la megafonía que el acto musical se dedicaba a la memoria de David Ethève (compañero en la OSG y también maestro de la violonchelista gallega Alejandra Díaz); y que, como homenaje, se sustituirían unas Variaciones, de Paganini, por un adagio de carácter elegíaco escrito por Dvorak: El silencio de los bosques, obra para violonchelo y orquesta, pero transcrita para solista y piano. La emotiva versión de esta página fue premiada con una enorme ovación. Llenó la primera parte del programa la Sonata para violonchelo y piano, de Chopin; uno de los raros casos en que el músico polaco utilizó como protagonista un instrumento distinto del piano. Consiguió una partitura espléndida, de gran belleza y notable construcción. Excelente lectura de ambas artistas aunque el balance sonoro no siempre estuvo a su mejor nivel en el primer movimiento. El instrumento de arco, un Apostol Kaloferov, búlgaro, tiene un sonido bellísimo en centro y graves; en el agudo, no siempre se consigue con él una sonoridad perfecta. Magnífica versión de la difícil primera sonata que Brahms escribió para violonchelo y piano; obra de una belleza arrebatadora ya desde el comienzo con un tema de hondura conmovedora; con un segundo tiempo de inspiración nórdica, y un último movimiento en forma de fuga, hermosísimo, pero de enorme dificultad. A pesar de los grandes aplausos que mereció la versión, no hubo ampliación de programa.