Hay obras que nacen pero nunca mueren. Figuras que duermen en una sala de exposición, mirando al techo sobre escalones de hierro fundido y esperando algo que no llega. Esos personajes misteriosos son los inmortales, la última de las creaciones del pintor y escultor Julio Sanjurjo, que el pasado 20 de diciembre inauguraba su nueva muestra en Bomoble. El artista, que entre pintura y escultura presenta alrededor de 25 obras, imagina en su Juego de los inmortales la forma en la que vivirían estos seres de tiempo infinito, basados en uno de los cuentos de Borges, El inmortal. Con ellos, Sajurjo se centra de nuevo en la figura del hombre, tomando como referencia al autor argentino, una constante en su trabajo.

-Su muestra se inspira en El inmortal de Borges, ¿en qué momento decide crear toda una serie de obras basadas en este relato?

-Lo de Borges viene de hace muchos años, cuando estaba leyendo El Aleph en Marruecos. Sus murallas y la lectura me sugirieron una serie de laberintos. Luego volví a la naturaleza, a los bosques, pero Borges se te queda ahí. Ahora se me acabó esa fase que tenía de andar, de dar largos paseos, y por lo tanto la naturaleza en primera persona. Como llevo un año sin esas caminatas, supongo que leí más, busqué otras vías de inspiración.

-¿Qué tiene Borges para despertar tanto su vena creativa?

-Borges es como un caleidoscopio, te da una gran cantidad de historias. Con El Aleph me vino la idea de los laberintos, pero El inmortal no es tan visual, es un poco más imaginativo. Así que lo que hice fue darle una vuelta más lúdica y desinhibida a la historia.

-¿Por qué? En el relato los inmortales son bastante infelices?

-Quería desdramatizar la narración y darle un poco de humor a ese hastío que tienen los personajes. Me imagino cómo pasarían el tiempo, y también juego mucho con el círculo, con personajes que se unen por los pies y la cabeza, y que podrían ser acróbatas o contorsionistas de un circo. Al final la muestra es un juego, una pequeña aportación mía a la historia.

-No todas las exposiciones tienen por qué basarse en un tema concreto. ¿Es más fácil crear sujeto a una idea?

-No lo sé. Al trabajar con una historia, a veces tardas varios meses en definirla. Y es angustioso, porque, una vez que ya la pariste, te das cuenta de que todavía no tienes nada. Pero enseguida agarras el tema, y puedes fluir. Te centras en eso. A lo mejor no es más fácil, pero sí más cómodo. Al menos hasta que se te acaba la historia [se ríe].

-Dice que el taller es su sitio de pelea. ¿Cómo fue el combate con las figuras de los inmortales?

-Con la escultura la pelea fue el propio trabajo, y en el lienzo la pelea es mucho más tranquila. La verdadera batalla ocurrió en una exposición de hace dos años, en la que me puse a usar corcho, acero inoxidable, cortes con láser? Vamos, me metí en un jardín... Esto es mucho más pequeño y controlado.

-Y de las obras resultantes, ¿cuál diría que al final es la más conseguida?

-En esta en concreto tengo dos que me gustan especialmente. Los inmortales vagos, unas figuras despatarradas en unos escalones, y Jugar a ser o no ser, una escultura pequeñita en aluminio que muestra a un inmortal que tiene sobre el pie retorcido una cabecita .Y en cuanto a cuadros, me gusta La mujer que fascina, en la que uso mucho el negro, aunque es un tono del que suelo huir. Pero a veces es lo que ocurre, te sorprendes a ti mismo haciendo algo y ves que queda bien, aunque sea un mundo en el que nunca hayas estado.

-Como artista está muy influido por Galicia. ¿Se ve algo de esa influencia en esta muestra?

-Se nota poquito. En todo caso, la conexión con Galicia es la ironía, el humor que tenemos. Pero los gallegos como inmortales no funcionarían. Nosotros sabemos que somos mortales desde que nacemos.