Riazor no ha tenido obras importantes desde hace dos décadas. El tiempo ha ido pasando y, parche sobre parche y temporal tras temporal, la salud del estadio marítimo se ha ido deteriorando sin que nadie le pusiese freno. Cuando el macroproyecto que pretendía hacer Lendoiro quedó desechado en 2010, después de que Rusia saliese elegida para el Mundial de 2018, la reforma urgente de las cubiertas se puso encima de la mesa. Siete años de conversaciones, trámites, destrámites y goteras que han acabado, ante el riesgo para la afición blanquiazul, con un partido suspendido y reproches políticos en torno a un proyecto que adjudicó el PP a dos meses de las elecciones y que quedó en suspenso después de que la constructora elegida, Dragados, se negase hacer las obras con los planes y el presupuesto previsto por el Concello. Alegó que el plan de los populares no preveía el pésimo estado del estadio y las dificultades de arreglarlo. Después de que el Gobierno de Marea rescindiese finalmente el contrato en octubre, Riazor espera.

"Los aficionados se mojan cuando llueve", constataba Lendoiro tras una reunión en la sede del club en octubre de 2010 con el ex edil de Deportes, el nacionalista Xan Cajigal, quien tras desechar el proyecto del nuevo estadio sin Mundial a la vista apostaba por "alargar los plazos y buscar otras estrategias sin hipotecar el futuro". Solo cuatro meses después, en abril de 2011, cambiaba el Gobierno y Carlos Negreira se hacía con la vara de mando.

Transcurrida la mitad de legislatura, Negreira encarga un proyecto de reforma, firmado por el ingeniero Javier López Pita en diciembre de 2013, con un presupuesto de 2,9 millones. En él se alerta de la importante corrosión de la estructura, afectada por el óxido y su proximidad con el mar. En la primera visita al Concello de Tino Fernández como nuevo presidente, en enero, Negreira calculaba que las obras podrían comenzar a finales del mismo ejercicio. No sucede. Con partida en los presupuestos de 2014, no sale a contratación hasta julio. Con el plazo de un mes para presentar ofertas, de aquel verano hasta la adjudicación a Dragados por 2,5 millones pasan siete meses. Se firma justo a las puertas de unas elecciones en las que el PP se desploma y hacen alcalde a Xulio Ferreiro.

El proyecto del Gobierno de Negreira tenía un plazo de ejecución de 24 meses, con lo que de haberse iniciado tras firmarse el contrato en junio y de cumplirse las previsiones temporales, el estadio aún estaría en obras. Pero no se llegó a comenzar. ¿Qué pasó para que Dragados, cuyo cartel estuvo meses en Manuel Murguía, no comenzase las obras?

La oferta de la constructora incluía una auditoría previa para "conocer al detalle su estado y en función de eso concretar la planificación de los trabajos", respondía el Gobierno local a una pregunta escrita del BNG. La constructora termina el informe en noviembre de 2015, mes en el que el Ejecutivo llegó a avanzar que mantendría reuniones para definir el calendario y el programa. Pero los resultados de la auditoría fueron "dispares sobre la viabilidad de la obra". La constructora, dado el estado del estadio, veía imposible llevarlo a cabo con el tiempo y el dinero acordados. Dragados sostenía que el plan se adecuaba a la realidad en la reparación de algunas gradas pero no de otras.

El Gobierno de Marea decidió abrir un "expediente administrativo contradictorio", una evaluación con cinco técnicos diferentes (pidieron un informe externo a la UDC) para aclarar las diferencias. Aunque sin explicar las conclusiones a las que llegaron, Deportes consulta a la Asesoría Jurídica cómo resolver una situación de gran "complejidad jurídica". El gran miedo: que Dragados comenzase la obra, se negase a seguir y acabar en el juzgado con los andamios parados. Al final, y después de que la empresa solicitase la rescisión el pasado agosto, el contrato se canceló en octubre, con la promesa de licitar en conjunto proyecto y obra para agilizar plazos.

Las dudas principales estaban en Preferencia y Tribuna, tal y como argumentó el Jefe de Servicio de Deportes en el expediente para justificar la anulación del contrato. Mientras que Maratón y Pabellón son mucho más recientes (1997) y solo necesitarían la sustitución de la cubierta prevista, Preferencia y Tribuna, hechas para el Mundial de 1982, están en las últimas. Concretamente, concluye que "en 16 años" habría que sustituirlas.

Llegaron las críticas del PP por haber cancelado su proyecto de 2,5 millones o del BNG y el PSOE por la falta de agilidad en la toma de decisiones. También los nervios del club que, aunque evitó la crítica directa, expresó las urgencias de un estadio municipal impropio de un club de Primera División tras varios encuentros entre ambas partes.

Marea anunció que propondría una reforma mucho más ambiciosa, incluido cubrir Preferencia Inferior. Según las últimas previsiones ofrecidas por el Ejecutivo, saldría a concurso en octubre, por lo que la obra no se iniciaría hasta 2018. La clave también es cuánto costará. Fuentes próximas al club y al Concello dudan de que 4 millones sean suficientes y cifran la cantidad en más de 6, lo que supondría la inversión más cuantiosa en la ciudad desde los túneles.

Tras la nueva caída de fragmentos de la cubierta, el mismo día del partido, el concejal de Deportes, José Manuel Sande, sostuvo que hay una "revisión constante" y "un contrato de mantenimiento que antes no existía". Al igual que el alcalde, acudió a revisar el estadio y defendió ante las críticas del PP que se encontraron con un proyecto "lamentable y chapucero". "Por otro lado la crítica es curiosa por las obras de su contrato ni estarían hechas", concluyó. La portavoz popular, que acudió a las inmediaciones del estadio a realizar declaraciones, acusó a Marea de anular su proyecto "por capricho" del alcalde y, defendiendo su adjudicación, pidió la dimisión del Alcalde por lo sucedido ayer. El BNG coincidió en que Marea es el "único responsable" y recordó que su grupo advirtió del "riesgo" para los usuarios. El edil socialista Fito Ferreiro también lamentó el retraso en los plazos.