Beethoven, en su primer concierto para piano -que, al parecer, no estimaba demasiado-, evoca con claridad a sus predecesores ilustres, Mozart y Haydn. Pero, algunas armonías y ciertos cambios de tonalidad, son verdaderas premoniciones de lo que el compositor va a conseguir con su genial creación ulterior: los conciertos para piano cuatro y cinco, y las sinfonías a partir de la quinta. Este concierto fue el momento culminante del acto musical. La pianista tocó de modo bellísimo: distinción, elegancia en los contrastes de volumen, fraseo impecable, claridad? El precioso bis, una pieza de Haendel, confirmó estas impresiones. La orquesta, dirigida por Dima con una gestualidad rica y contenida, para permitir la escucha del delicado juego de la solista, estuvo a su altura. Lo cual es decir mucho para un instrumento colectivo. Lamento no disponer de espacio para detallar todo lo que sugiere la partitura de Hosokawa, cuyo estreno en nuestra ciudad lo es también para España. Desde el punto de vista tímbrico, resulta magnífica. Para su autor, está relacionada con los sueños y con la naturaleza. Como ya me ha sucedido más veces con obras de estilo similar, me sugiere la vida de lo inmensamente pequeño contenida en la gota de agua de un estanque vista al microscopio. La versión de Dima y la OSG, esplendorosa. Me gustaron menos en la obra de Strauss, también descriptiva de la naturaleza; aunque, en este caso, la naturaleza humana: ensueños y sensaciones de un moribundo que -suprema confirmación- el propio compositor afirmó experimentar en su lecho de muerte.