-¿Cómo surgió la idea de crear la asociación?

-Yo tengo un interés particular en este tema porque soy funcionario del Cuerpo Nacional de Policía y me dedico a investigar delitos relacionados con las nuevas tecnologías como informático forense, por lo que tengo acceso a mucha información que me hace ver que hay un problema y a plantear ciertas iniciativas. Eso me hizo participar en el proyecto Cibercooperantes del Instituto Nacional de Ciberseguridad, que se dedica a motivar y ayudar a las personas que quieran dedicar tiempo a esta labor de forma altruista. Pero me apetecía hacer algo en mi entorno más próximo con una asociación, en la que nuestro objetivo es tratar de influir en nuestro entorno más próximo y transmitir el mensaje de que el uso y seguro y responsable de la tecnología no solo es posible, sino que tenemos que entenderlo como una obligación.

-¿A quién dirigen su actividad, a los jóvenes o a público de todas las edades?

-Hemos nacido hace menos de un año con la intención de atender a los menores, pero estamos viendo que hay otros públicos que necesitan tanto o más que se les hable de estas cosas, aunque quizás no de las mismas cuestiones que a los jóvenes. Ellos tienen un enorme conocimiento en cuestiones técnicas y no hay que explicarles cómo hay que usar un móvil, lo que quizás si hay que hacer con un padre o un profesor, pero sí hay que explicarle conceptos como la responsabilidad, la reputación online. Aunque nuestro público inicialmente eran los jóvenes, estamos viendo que tenemos que abrir el abanico con actuaciones diferenciadas para los adultos, aunque distinguiendo entre profesores y padres.

-¿Por qué es necesaria esa distinción?

-La mayoría de los profesores son padres, que tienen una labor importantísima en la educación de sus hijos, pero los profesores tienen unas carencias distintas en el campo de la formación. Si un padre le tiene que hablar a su hijo sobre las consecuencias legales de lo que haga en la red, estamos viendo que a los profesores hay que hablarles sobre el uso de herramientas, la explotación de los recursos que tienen a su disposición, como las aulas virtuales, el uso de las redes sociales en la educación, la formación online... Algunos colegios ya empiezan a tener tabletas y pizarras electrónicas, pero hay darles uso con herramientas que hay en la nube o en el ordenador para sacarles provecho.

-¿Es un problema que los menores lleven mucha delantera a los adultos en la tecnología?

-Esa superioridad es cuanto a la técnica. Hace unos años se hablaba de brecha digital, pero yo este término ya lo uso en pasado porque creo que se trata de analfabetismo digital y que es transversal en cuanto a la edad, ya que hay adultos correctamente formados porque se han interesado y hay menores que no, aunque sorprenda mucho. No es una cuestión de cuándo has nacido, sino de cuánto te has interesado por aprender. En la parte técnica, los chavales han nacido con esto en la mano e incluso la tableta es la niñera que en parte los cría, pero ahí es importantísima la labor de los padres y los educadores, que debemos aprovechar los conocimientos que tienen los chavales para acercarnos a ellos y que la formación sea recíproca.

-Antes se dejaba a los niños aparcados con la televisión y ahora con el móvil o la tableta. ¿No supone un riesgo muy grande?

-¿Dónde está el niño cuando está solo en su habitación con el móvil? ¿En la habitación? Eso es mentira. No lo sabemos, esa es la gran diferencia con respecto a esa niñera que era antes la televisión. Yo le pongo un canal al niño y sé lo que ve, e incluso puedo poner unos controles parentales para que no pueda ver determinadas cosas. Pero ahora llega la Primera Comunión y a un niño de nueve años le regalamos un móvil, y en algunos casos hasta con datos. Ahí hay un problema, pero no técnico, sino de que a los padres hay que hacerles llegar que ese aparatito a sus hijos les abre las puertas del mundo. A un padre yo no le doy clases de informática, sino que le hablo de medidas como no dejar al niño solo con el teléfono, tener un poco de desconfianza sobre las puertas que le abre ese dispositivo, educarle en el sentido de la responsabilidad, velar por reducir los riesgos con claves en el wifi a ciertas horas y un horario para usar los dispositivos, así como ponerles un control parental, además de ofrecer soluciones para saber como responder si el chaval se ha pasado a través del teléfono o se ha encontrado una página con un contenido inapropiado para su edad.

-¿Se sorprenden los padres cuando ven que sus hijos han sido víctimas de un delito a través de internet?

-La mayoría de las veces, pero no es culpa de los padres, ya que la responsabilidad legal es de quien haya cometido el delito. Lo que desconcierta a los padres es la capacidad de hacer daño a sus hijos que tiene un dispositivo digital, ya que les pilla desprevenidos la mayoría de las veces.

-Tomamos precauciones para que no nos roben en casa o en el coche pero muchas menos en el campo tecnológico.

-Efectivamente, nos dejamos llevar por la proximidad física del niño en casa. A la mayoría de los adultos no nos gustan las páginas con contenido inapropiado, pero la curiosidad es propia del menor y le va a hacer entrar en ciertos terrenos que pensamos que nadie va a querer ver. Tenemos que comprender que hemos tenido esa edad y que a veces la curiosidad nos ha podido y que el menor va a poder llegar, aunque no sea directamente, sino a través de un grupo de WhatsApp o porque se lo han dicho en el colegio.

-¿Hay que concienciar a los menores de que denuncien los delitos que se cometen contra ellos?

-En las charlas que damos a los chavales nunca hablamos de que se lo digan al padre o la madre, sino al adulto de confianza, porque puede ser un tío o un primo mayor. Cuando tengan una sospecha deben dirigirse a esa persona, que también puede ser un profesor. Nunca deben quedarse con la duda porque a veces puede ser más peligrosa. Ya será el mayor el que resuelva el problema aconsejándole o diciéndole que hable con sus padres, pero transmitiéndole seguridad para que sepa que puede acudir a nosotros.

-¿Cuál es la reacción de los menores al ser informados sobre riesgos que seguro que en muchos casos desconocen?

-Es muy variada. El otro día tuvimos una charla en el instituto Salvador de Madariaga y había chavales con los ojos muy abiertos y otros a los que se veía que estaban de vuelta de todo, aunque seguramente que algo les va quedando. Lo que me llama la atención es que hay carencia importante, que es el tema de la privacidad y la reputación online. Un adolescente no piensa demasiado en el futuro y por eso les choca que le hables de que tenga ojo con la que va a colgar en la red porque le va a estar esperando mañana en una entrevista de trabajo. Tampoco tienen clara la diferencia entre privacidad y entidad digital porque nadie se lo ha explicado, han entrado en este mundo sin que nadie les diga que todo lo que publiquen queda grabado. Saben que las cosas permanecen ahí, pero desconocen las consecuencias.

-Y además transmiten su vida minuto a minuto a través de fotos y comentarios.

-Las redes sociales que más usan son Instagram y Snapchat porque lo que les motiva es transmitir su vida en directo. A los adultos eso no nos entra en la cabeza, pero ellos no tienen su imagen como algo propio y no se dan cuenta de que no siempre tenemos el mismo ánimo y esa foto que colgamos nos va a estar persiguiendo en la red. Pero hay que entender que es su forma de comunicarse, por lo que nunca criminalizaré que utilicen internet.