La multinacional norteamericana Uber, que en los últimos años ha revolucionado el sector del transporte urbano en las capitales y ciudades medias de medio mundo, tiene A Coruña en el punto de mira. Su aterrizaje, sin embargo, todavía tendrá que esperar, si es que algún día llega a producirse. Después de lanzar en enero una campaña para sondear la demanda del servicio en toda España, A Coruña ha sido, junto al País Vasco, uno de los puntos calientes del norte peninsular en los que han percibido más demanda. El principal obstáculo para su implantación es la Ley de Ordenación de los Transportes Terrestres (LOTT), que fija desde la última reforma del Gobierno de Mariano Rajoy en 2013 una ratio de 30 taxis por cada autorización VTC (alquiler de vehículos con conductor), las que usan los conductores de plataformas como Uber o Cabify, que por el momento solo operan en Madrid.

Partiendo de la base de que A Coruña cuenta con 522 licencias de taxi, Uber solo podría contar con 17 vehículos a su disposición, una cifra "insuficiente" que no permitiría ofrecer el servicio con la mínima calidad que busca la multinacional. "En Madrid estamos registrando un tiempo de espera de 5 minutos desde que se solicita el coche a través de la aplicación móvil hasta que te recoge. Con esa limitación en A Coruña no podríamos ofrecer algo así", aseguran fuentes de la start-up californiana. Esta limitación legal es el motivo que está dificultando la entrada de Uber en grandes ciudades como Barcelona, en la que en 2016 registraron más de un millón de búsquedas a través de la aplicación móvil, a pesar de que allí no se ofrece servicio. Las búsquedas a través de su app es el mecanismo a través del que la empresa está midiendo el interés por parte de potenciales usuarios.

¿Qué es lo que distingue a los VTC de los taxis? Que los primeros están autorizados a dar prestaciones, pero con la obligación de que haya una reserva previa. El objetivo de esta distinción es proteger el privilegio de los taxis de recoger a los clientes por la calle. Sin embargo, los avances tecnológicos y la extensión del uso del smartphone y las tecnologías de la geolocalización permiten, a través de las plataformas creadas por estas empresas, coger a los clientes por la calle a través de su sistema de reserva.

Esta competencia directa ha puesto en pie de guerra al sector del taxi en ciudades como Madrid. Un aumento de la oferta de transporte en las aglomeraciones urbanas conlleva, por la ley de la oferta y la demanda, una bajada de los precios y, en consecuencia, una caída de los beneficios del sector. En ciudades como San Francisco, en los Estados Unidos, el inicio de la actividad de Uber dividió por tres el número de carreras de taxi en solo dos años, por ejemplo. En A Coruña, así como en muchas urbes medias y grandes de España, muchos taxistas habían tenido que comprar sus licencias a un precio muy alto y contaban con asegurarse el retiro vendiéndolas al jubilarse. "Y ya no solo para la jubilación, sino para poder dejar a nuestros hijos un trabajo", comenta el presidente de la asociación local Tele-Taxi, Manuel Sánchez Quindimil, que pronostica que los conflictos con este tipo de plataformas irán a más en los próximos años y se extenderán por la geografía española.

Este tipo de compañías irrumpieron en España a través de Madrid en 2009, con la Ley Ómnibus del Gobierno de Zapatero, que liberalizó el sector y suprimió la obligación de respetar la ratio de un VTC por cada 30 taxis, heredada de una ley de 1987. Con Rajoy se dio marcha atrás en 2013, aunque el cambio no entró en vigor hasta 2015. Las licencias VTC otorgadas en este periodo son el origen de muchos conflictos que vive hoy el sector en el Estado.