El Teatro Paraíso, Premio Nacional de las Artes Escénicas para la Infancia y la Juventud 2012, y la Orquesta Sinfónica de Euskadi, se unen para interpretar, esta tarde a las 18.30 horas en el Fórum Metropolitano, Barrokino. La obra, en la que sonarán piezas de compositores como Vivaldi, Bach y Corelli, trasladará a los más pequeños a una bucólica merienda del Barroco, en la que, entre juegos y siestas, se les dará la oportunidad de escuchar un tipo de música a la que muchas veces no tienen acceso.

- ¿Por qué acercar a los niños al Barroco?

-Lo hicimos por un encargo de la Orquesta de Euskadi, que quería hacer música para los más pequeños. A nuestra directora, Charlotte Fallon, le encantó la propuesta, y la imagen que le vino fue la de esas meriendas barrocas con la gente comiendo y disfrutando de melodías. Nos pareció una buena vía para acercar a los niños ese tipo de piezas, y funcionó. Saben apreciarla. A veces creemos que están más cerca de otro tipo de músicas, con más ritmos, pero ¿por qué no pueden estar cerca del barroco? Es como dice Paolo Mendes, un músico que trabaja mucho la música para bebés. Él opina que cuando un niño nace es capaz de distinguir un montón de sonidos pero, como luego no los escuchan, va perdiendo esa capacidad auditiva.

- ¿Los limitamos ofreciéndoles solo canciones infantiles?

-Sí, mucho. Pensamos que solo les gustan esas canciones, pero es que es lo único que les ofrecemos. En realidad están más limpios que nosotros, no tienen un gusto definido todavía, y están abiertos a todo lo que les enseñen.

- La música que les enseña Barrokino no es simple, ¿la historia tampoco lo es?

-La historia es una merienda en la que van pasando situaciones sencillas entre los personajes, que hacen que pare la música o que dos intérpretes se peleen cantando. También hay momentos de tranquilidad, porque se desarrolla dentro de una merienda apacible.

-¿Cómo lo viven los músicos de la Sinfónica?

-Ese es uno de los aspectos bonitos de la obra. Ellos son músicos acostumbrados a tocar en grandes orquestas, y estos no son los típicos conciertos. Nunca habían hecho algo como esto, y la verdad es que disfrutan mucho el jugar, actuar y compartir con los niños.

- Decía antes que los más pequeños valoran la música, ¿también aprecian la escenografía que montan?

-¡Mucho! La escenografía la hemos tenido muy en cuenta. Además, cuando van entrando al teatro, yo les recibo y ya se quedan impresionados por los vestidos de aquel tiempo. Les trasladamos a una época diferente, y eso les sorprende.

- ¿Les muestran algo más propio del Barroco, además de la música y la estética?

-Sí. Como era una merienda relajada, cogimos una danza, el minué, una forma de baile de aquella época. También hay una parte del espectáculo donde se juega a la gallinita ciega, como esos cuadros en los que las personas están tumbadas tranquilamente en el campo y jugando. Hay algo de esas pinturas en la obra. Con los trajes y la mesa de frutas, la escena es un poco bodegón.

- También es un paso más en su compromiso de formación del público, ¿cómo educa esta obra?

-Ofreciendo a los niños música barroca de calidad a través de grandes músicos. Son intérpretes que están tocando en grandes orquestas, pero en Barrokino tocan para ellos.

- ¿Y la reciben bien?

-Sí, muy bien. Hay veces en las que ni siquiera parpadean, porque están enfocados con todos sus sentidos en la obra. Y si luego les gusta, se emocionan. Cuando termina la función, los más pequeños no saben bien lo que es aplaudir, pero sí se te acercan y te miran. O te dan un beso, porque algo ha pasado.