1. ¿Por qué razones personas sin hogar rechazan acudir a albergues o recibir otras ayudas sociales?

Hay varias razones: el aislamiento hace perder vínculos y referentes afectivos y sociales; otras veces el fracaso ante múltiples intentos de salir de esta situación les hace creer que están en una situación sin salida, lo que se llama indefensión aprendida; y en otros casos existen problemas de salud de diferente índole que son una barrera añadida.

2. ¿Qué medidas deben tomar las entidades ante quien vive en la calle y rechaza asistencia y prestaciones?

Bajo mi punto de vista la asistencia social no se debe imponer a estas personas para que salgan de la calle. Se debe ofrecer, y hacerlo desde la cercanía personal previo el establecimiento de un vínculo. El principal problema es la soledad, y si no rompemos esa barrera que permita a la persona expresarse, ganar en confianza, es muy difícil que pueda pedir ayuda, seguir unas orientaciones o encontrar motivación para asumir pequeños cambios.

3. Además de un techo bajo el que dormir, ¿qué ventajas cree que aporta el proyecto Mi Casita?

Fundamentalmente debería convertirse en un espacio de recuperación personal. De mejora de salud física y emocional, de pequeños y grandes proyectos, de relaciones y vínculos. De reencontrarse con sus capacidades, con un espacio íntimo y seguro al que apegarse, y a partir de ahí seguir abriéndose a otras personas. En definitiva, crear un proyecto de vida propio con los apoyos que este entorno les pueda ofrecer.

4 ¿Qué mensaje se debe transmitir a vecinos que rechazan que ´sin techos´ se alojen cerca de sus casas?

Vivir en la calle es un riesgo muy grave. Es lógica la desconfianza hacia lo desconocido pero es necesario que se busquen alternativas para estas personas. La vivienda es un derecho al que, como sabemos, es difícil acceder. Dotar a personas sin hogar de recursos de atención suficientes y diversos es reflejo del intento de todas las partes de tener una sociedad más justa.