- ¿Qué impresión se llevó de la reunión del martes de los concejales con los vecinos de Eirís para explicarles el proyecto Mi Casita ?

-De tristeza porque no pudimos hacerlo, ya que ese era el objetivo de que fuéramos el directivo José Luis Quintela y yo, aunque tampoco albergaba muchas esperanzas de que los vecinos quisieran saber en qué consistía.

- Parece que los asistentes no querían tanto preguntar como reafirmarse en sus creencias.

-Desde el principio ha sido así, no nos llevemos a engaño. En las dos veces que he ido a Eirís jamás se planteó la posibilidad de explicar nada.

- ¿Han pecado de ingenuidad al pensar que no habría oposición vecinal al proyecto?

-No, siempre hay un poco, pero no podemos olvidar que uno de los actores es el Concello y los concejales fueron los primeros que nos alertaron hace más de un año de la alarma social que podía crear un proyecto de este tipo, por lo que el problema está en el proceso. En la misma reunión en que nos informarnos de que Mi Casita se haría en Eirís estaba presente el presidente de la asociación de vecinos y esa misma tarde el Concello lo hizo público en un comunicado de prensa, por lo que los vecinos se enteraron más por los medios de comunicación que por la asociación. Cuando las cosas se explican mal se es más proclive a la indignación y eso despertó además fantasmas del pasado del barrio que yo desconocía y sobre los que se debían haber tomado precauciones.

- ¿Cree que las expropiaciones para el parque de Eirís y el traslado al barrio de habitantes de Penamoa influyeron?

-No sé si fue tanto eso como que no se haya explicado bien el proyecto, aunque ambas cosas se amalgamaron por ignorancia porque no se explicó, aunque tampoco hubo una voluntad de que se lo explicaran, ya que lo visceral ha primado sobre la razón. Entiendo que la gente no tiene que saber de todo, pero cuando me hablan de algo que no entiendo me gusta que me lo expliquen. Allí nadie pidió que se le explicara nada, por lo que hace tiempo que no veía una manifestación de sinrazón y de obcecación tan imperiosa. Dicen que son solidarios pero que no lo quieren, y eso no es ser solidario.

- ¿Han recibido alguna comunicación del Ayuntamiento tras la reunión?

-No. La concejal de Xustiza Social siempre ha dicho que para que el proyecto se realizara tendría que haber un proyecto social solvente y eso se hizo en colaboración con técnicos municipales. Y la segunda condición es que hubiera acuerdo con los vecinos, y esa premisa sigue en el aire porque también dijo que los vecinos podrían dar razones para oponerse pero que ellos también verían si eran razones de peso. Yo ya adelanto que para mí ninguna de las razones que se dieron en la reunión eran de peso.

- Un vecino decía que en Barcelona la Fundación Arrels tiene su albergue en una zona empresarial de la ciudad. ¿Es partidario de esa solución?

-No, porque la tendencia en los servicios sociales y sociosanitarios es a la integración, incluso con los enfermos psiquiátricos. Y estas medidas son textos legales aprobadas en el Congreso y en los parlamentos autonómicos. Hoy en día hay muchísimas más posibilidades de morir de un cáncer de pulmón o de un accidente de coche que por el apuñalamiento de un loco, por lo que hay que desmitificar las cosas. Los que viven en la calle no son peligrosos y no pueden ni con su cuerpo. Pero si lo que queremos es acantonarlos como teníamos antes a los locos, llevémoslos al campo, pero así no se hace integración social.

- ¿Cómo interpretaría que el Concello no instalara finalmente Mi Casita en Eirís?

-De momento no me lo planteo y sería la junta directiva la que tendría que hacerlo. Lo importante es que el proyecto no pierda una parte sustancial de su finalidad porque fue el propio Concello el que exigió que no fuera un gueto en el que estuvieran abandonados, y sí van a estarlo si los mandan al campo, porque desde allí difícilmente vamos a poder devolverlos a la sociedad.