En la Cocina Económica el viernes por la mañana olía a paella, de esa que tiene el arroz bien amarillo y que sabe a casa. A la una de la tarde ya solo quedaban los trabajadores y los voluntarios, los usuarios, al terminar, se van, cada uno a un lugar mientras, por la otra puerta, entra la mercancía de un supermercado. El administrador de esta institución centenaria, Óscar Castro, defiende que la Cocina Económica ya no es solo lo que se puede ver en su sede central, las 250 personas que van a comer sino que presta servicio más allá de estas cuatro paredes.

"Hay otras ciudades con cocinas económicas que se han alejado del centro de la ciudad y que ahora están en las afueras, con unas cocinas enormes en las que elaboran los menús y después los reparten en varios puntos de la ciudad, quizá ese podría ser un modelo a seguir", comenta la presidenta de la asociación de vecinos Ensenada do Orzán, Aure López, que se declara partidaria de los servicios que presta la institución, incluso de que los amplíe, aunque, eso sí, le gustaría que lo hiciese lejos de su barrio.

"Nosotros no estamos en contra de la labor que hacen, al contrario, porque cualquiera de nosotros se puede ver en una situación similar en la que todos agradeceríamos que alguien nos ayudase", comenta Aure López. Y es que, la Cocina Económica ha prestado ayuda a infinidad de personas a lo largo de su vida, no solo poniéndoles un plato de comida en la mesa sino también dándoles medicinas o gestionándoles ayudas. Hay, sin embargo, voces discordantes con su proyecto de crear una ciudad un poco más igualitaria. "Los vecinos estamos muy hartos de muchas cosas, de que haya gente en la calle todo el día, desde las ocho de la mañana hasta la una de la tarde fumando, bebiendo y haciendo ruido", comenta Aure López, si bien es cierto, asegura que hubo épocas peores.

"No se puede juzgar a toda la institución por el comportamiento de unos pocos, además, muchos de los vecinos del barrio son socios de la Cocina Económica, son conscientes de las necesidades que hay", explica Castro, que no niega que haya "una o dos personas" que se queden en la calle durante el tiempo que la institución está abierta. Aún así, alega que el servicio que ofrecen "es diurno", así que no hay altercados relacionados con su actividad más allá de la una de la tarde. Castro tiene claro que, si ahora mismo les preguntasen a los vecinos de la ciudad si querrían que la Cocina Económica se instalase en su calle, algunos dirían que no, pero que es necesario tener "una visión amplia" del servicio que prestan y preguntarse, ¿qué pasaría si la Cocina Económica no existiese? ¿Sería mejor una ciudad en la que no hay alternativas para combatir la pobreza?