El diplomático Domingo de Silos Manso (Zaragoza, 1944) presentó ayer en el Real Club Náutico la novela La onza de oro, con la que ha ganado el premio Sial-Pigmalión de Narrativa. De Silos narra en ella la vida de una mujer de origen humilde que se convierte en una gran empresaria. Esta historia le sirve para abordar una época en la que España se transforma de modo radical, las cinco décadas de 1940 a 1990. Como diplomático, ha estado destinado en Italia, Francia, África y la India y fue director general de Relaciones Externas de Prensa Ibérica, editora de LA OPINIÓN.

- ¿Por qué eligió este periodo histórico para su novela?

-Porque desde el año cuarenta al noventa España experimenta un enorme cambio en el que se realizan grandes desarrollos, sobre todo en los sesenta, que es muy brillante, además de la emigración que se produce del campo a la ciudad y al extranjero. La protagonista es una niña que en 1940 tiene ocho años y es hija de una costurera. A los quince años estudia Comercio y se coloca en la pastelería y salón de té más conocida de la ciudad y cuando cierra desarrolla su propio negocio.

- ¿Por qué una mujer como protagonista?

-Porque es una gran protagonista, tiene mucha energía y es una mujer con una gran rectitud y capacidad de trabajo. En contrapunto a ella está su suegra, que tiene una ambición tremenda y está dispuesta a triunfar por encima de todo.

- Elige una mujer en una época en la que estaban en un segundo plano, sobre todo en el mundo de la empresa.

-Y, sin embargo, es una mujer que triunfa. Es además una persona muy cabal y entera, que triunfa sin hacer nada especial, aunque aprovecha muy bien el impulso que en los años sesenta tenían los concursos de la radio, que es lo que consigue lanzar su empresa.

- ¿No sufre dificultades especiales por el hecho de ser mujer?

-Las supera muy bien. Además, es un personaje que no pisa a nadie. Es muy atenta con sus empleados y va en un Citroën dos caballos que tiene cierto protagonismo en la obra porque su suegra, cuando se hace rica, se compra el Mercedes más grande que se vende.

- ¿No le gusta hacer ostentación de riqueza?

-Es una mujer muy sencilla. Le interesa que su empresa vaya muy bien, pero no le importa nada ir en un dos caballos porque es una niña que ha salido de un origen muy modesto y que a pesar de su riqueza no ha perdido un ápice de su sencillez. Aquí en A Coruña tienen un caso muy similar en ese sentido.

- Dice que no pisa a nadie, pero hay quien piensa que para llegar a la riqueza es imprescindible hacerlo.

-En la novela no lo hace, aunque esto es una ficción. Yo sí creo que es posible triunfar en la vida y ser una persona muy recta. Pero su suegra hace dinero con el estraperlo y luego se mete en el sector inmobiliario.

- Su fábrica es de chocolate. ¿Tiene un valor simbólico porque en la posguerra era un artículo de lujo?

-Cuando tiene 32 años el dueño de la pastelería en la que trabaja fallece y los herederos la venden. Es cuando se le ocurre montar una fábrica de chocolate, La onza de oro, para la gente pobre para que pueda merendar y desayunar. Cuando al principio va por los pueblos vendiendo su producto, se da cuenta de que los viajantes se ríen de ella.

- ¿Cuánto hay de experiencia personal suya en la novela?

-Aunque yo nací en Zaragoza, la novela se desarrolla en una ciudad innominada y hay gente que me ha dicho que podría haber transcurrido en la suya, por lo que podría ser cualquier ciudad de España, ya que la ambientación es muy exacta: el paseo, la plaza, el ciego... Pero no conozco a ninguna hija de costurera como la protagonista de la novela. Es además una novela con capítulos muy cortos, algunos solo de un par de páginas, por lo que han dicho que está hecha a base de flashes y en la que algunos acontecimientos se mencionan exclusivamente mediante reseñas de periódicos, como la muerte del arzobispo o la del dueño del salón de té.