Nací en la calle Damas, en la Ciudad Vieja, por la que vi pasar desde niña las procesiones de la ciudad, acompañadas por toda la Corporación municipal y otras autoridades. En esa calle me crié acompañada por mis padres, Ricardo y Carmen, mi hermana Mari Carmen, mi abuela Manuela y mi tía Jesusa, que tenía en el bajo de nuestro edificio una tienda en la que vendía quesos, frutas y verduras.

En mi calle había otras tiendas de cuyos nombres aún me acuerdo, como las de Mosteiro, Avelino, Frutas Blanquita, La Llave, el estanco, Casa Gela y El Globo, que daban vida a todo el vecindario que acudía a comprar en ellas en una época en la que casi todos los establecimientos vendían al fiado, de forma que cuando las familias cobraban, casi todas ellas pagaban religiosamente, por lo que había una confianza total.

Mi padre era fontanero y tenía un pequeño taller en la zona de San Andrés. Tuve la mala suerte de que falleciera cuando yo tenía solo tres años, por lo que mi madre y mi abuela tuvieron que trabajar muy duro para que la familia saliera adelante. Mi madre al principio siguió llevando el taller y luego trabajó en el comercio de Jesús Lago y Lago hasta que se jubiló.

Recuerdo lo bien que lo pasábamos jugando en el viejo convento de las monjas de La Marina, donde durante años hacíamos funciones de teatro, como la de La muela del rey Farján, con las que además hacíamos reír a la gente que nos veía. De pequeña jugué mucho con mis primos Suso y Chicho, además de con mis amigos Carlos, Guillermo, Loli y Conchi en la plaza de Azcárraga, ya que la teníamos toda para nosotros porque apenas había vehículos.

Mi primer colegio fue la Normal, en la calle Herrerías, donde tuve de profesora a la señorita Alicia. Luego pasé a la Grande Obra de Atocha, donde conocí a su fundador Baltasar Pardal, a quien recuerdo con muchísimo cariño, pues tuve muchas vivencias con él en ese colegio, donde me llamaba la morenita de Atocha. Más tarde fui al instituto Femenino, donde hice el bachiller y tuve como compañeras a Mari Pili, Mayo, Amores y Finita, con quienes formé mi pandilla del colegio.

Al terminar el bachiller estudié mecanografía, taquigrafía e inglés, lo que me valió después para dar clases durante años. Con el tiempo me casé con Manuel Martín Carnota, con quien tengo dos hijas, Cristina y Pilar, quienes nos dieron cuatro nietas: Patricia, Cristina, Marta y Carla. Cuando mis hijos se hicieron mayores, volví a trabajar, en esta ocasión como aprendiz de reparadora de películas en la empresa Buigas y más tarde en Exclusivas Francesch, en la que estuve muchos años y tengo buenos recuerdos de mi jefe, Antonio, y mi compañero José Luis, quienes me prepararon para que obtener el título de reparadora de primera.

Cuando la empresa cerró, mis amigos me animaron a que pintara, lo que hoy en día es mi gran afición y pasión. Me considero una pintora paisajista a la que le encanta la naturaleza de Galicia, que suelo plasmar en mis pinturas. Mi primera exposición fue en la sala de la Asociación de Artistas y luego conseguí que seleccionaran una de mis obras en el primer certamen que organizó el Eixo Atlántico. También fui invitada a exponer en el Museo Serralves, de Oporto, lo que me permitió exponer en España y Portugal, muchas veces presentada por mi amigo José Núñez Lendoiro.