- ¿Cómo surgió la idea de construir un paseo marítimo?

-En 1973 estaba trabajando en un proyecto sobre estética en la ingeniería y entonces estaban construyendo un dique en las Esclavas, por lo que decía que aquello no podía ser, ya que me quitaban la visión del horizonte, puesto que yo nací en la plaza de Portugal, por lo que en mi trabajo ya escribí sobre esto. Cuando llegué a la Demarcación de Costas empecé a pensar en desarrollar un paseo marítimo, ya que al regresar de Santander, donde había trabajado, me di cuenta de que el Orzán era una escollera llena de ratas y con aceras de 80 centímetros, por lo que no podía pasar ni un cochecito de bebé. Más tarde, en la Dirección General de Costas pensamos en hacer un aporte experimental de arena en Riazor que nos permitió ganar diez metros de playa, por lo que vimos que sería posible construir un muro que resistiera el embate del mar y ampliar el arenal.

- ¿Fue entonces cuando se decidió verter arena en las playas?

-Efectivamente, hicimos un vertido amplio que al ganar más anchura nos permitió hacer un paseo digno. Los diez metros que se recuperaron en la zona de la escollera nos permitieron construir un paseo de once metros y medio que después fue redistribuido, porque lo construyó Costas pero la conservación, mantenimiento y explotación se le cedió al Ayuntamiento.

- ¿Fue difícil convencer al ministerio de que se hiciera un paseo en la ciudad?

-No, porque había una política de construcción de paseos marítimos en toda España, aunque el concepto de paseo no estaba muy claro. El de A Coruña fue exportado a Gijón, ya que su tipología es muy parecida, aunque aquí hay mucho oleaje al estar la ensenada expuesta al Noroeste y haber una bocana de 1.500 metros de anchura que causa un oleaje muy direccional hacia la Coraza y crea unas corrientes de retorno que conocen muy bien los surfistas. Al participar con Costas en la restauración de la Torre de Hércules con motivo del bicentenario de la obra de Giannini, planteé un parque escultórico en la zona y el embrión de lo que podía ser la continuación del paseo marítimo hacia el muelle de As Ánimas. El trazado aprovechaba parte de lo que había sido la vía del tren que usó Termac para construir el dique de abrigo.

- ¿El diseño iba a ser el mismo que en Riazor-Orzán?

-En principio pensaba que fuera no rodado, pero en conversaciones con el alcalde, Francisco Vázquez, pensamos que había que dar continuación a la circunvalación de la ciudad, ahí nació la idea del tranvía y el carril bici, para enlazar todo el litoral de A Coruña hasta la ría de O Burgo. Mi objetivo era que esta intervención cambiara la cultura de los coruñeses. Cuando estudiaba en Madrid en 1967 hacía lo que se llamaba footing y ahora running, de forma que corría en chándal por las calles y la gente pensaba que estaba loco. Con el paseo marítimo intentaba que el deporte se llevase a la calle, ya que apenas había pabellones cubiertos, por lo que mi obsesión era correr y que lo demás me imitaran.

- ¿El apoyo del Ayuntamiento al proyecto fue decisivo?

-El Ayuntamiento se volcó y, además, pedí que los técnicos municipales participaran en el proyecto para que se sintieran partícipes del mismo.

- Hacer obras al lado del mar es siempre complicado. ¿Hubo alguna dificultad especial en esta?

-La parte más complicada fue la de Orillamar porque la obra arrancó a solo medio metro de altura sobre el nivel del mar pero con un oleaje máximo registrado de 6,7 metros, por lo que los trabajadores iban a tener muchísimas dificultades. Por eso decidí escalonar la actuación y verter con grúas una escollera para luego rellenarla con hormigón y hacer una base ciclópea muy armada y protegerla por fuera para a continuación construir hacia arriba. Fue la única parte difícil, ya que hicimos obras mucho más complejas. En Riazor-Orzán tuvimos alguna dificultad, pero como habíamos aportado arena no hubo problemas porque disipa la energía y sabíamos que íbamos a trabajar con mayores garantías.

- Una vez que empezó a construirse ese tramo, se decidió añadirle un aparcamiento. ¿Recuerda la polémica que causó aquella decisión?

-A mí me generó muchas complicaciones. Yo no estaba de acuerdo, pero al final se dio la autorización al Ayuntamiento. Tenía otra idea del paseo en la que había una zona ajardinada con arboleda en medio de la calzada para hacer una actuación más blanda. Pero había unas necesidades de aparcamiento que entiendo, aunque sí generó polémica.

- ¿Habría preferido entonces otro diseño?

-En Riazor-Orzán hay una banda ajardinada con árboles que había anteriormente, como metrosideros, y otros nuevos. Tienen ya un porte bastante bueno que de alguna manera matiza el impacto de las edificaciones tan altas que hay en la playa y la idea de la mediana ajardinada que no se incluyó finalmente iba también en esa línea.

- Lo que también creó polémica fue el mobiliario elegido, como las farolas, los bancos, la balaustrada...

-Todo es discutible, pero en el tema del mobiliario dejamos que el Ayuntamiento, a través de sus técnicos, elaborase un diseño. A alguien puede no gustarle, pero son elementos marinos y lo cierto es que se han aprovechado, como en el cartel que hizo la Fnac cuando llegó a la ciudad como algo que simboliza a A Coruña, ya que tienen personalidad, por lo que yo no los quitaría. En la zona de Orillamar le pedí al arquitecto municipal un proyecto más sencillo e hice yo unos bocetos de la catenaria del tranvía de estilo modernista que él tradujo a elementos de sujeción y que también le dieron un carácter a A Coruña, ya que no se ven en otra parte del mundo.

- En algunos tramos del paseo se dice que estos elementos tienen más protagonismo que el propio paisaje debido a su número.

-A Coruña no fue muy partidaria de mantener ni el trolebús ni el tranvía, ya que las calles estaban plagadas de cables. Con el nuevo tranvía queríamos recuperar un medio de transporte que fuera un metro ligero metropolitano, ya que había un plan en este sentido para toda España que se quedó en agua de borrajas. Pero aquí empezaron los ataques de tipo político y se dijo que era el trenecito del alcalde, cuando en Lisboa hay un tranvía que es un elemento cultural de la ciudad. Y, además, esa vía estaba preparada para introducir el metro ligero que podría circular alrededor de la ciudad y dirigirse por las vías de Renfe al área metropolitana, por lo que perdimos una ocasión histórica de poner a andar ese proyecto.

- ¿Qué le parecen los cambios realizados, como el de la balaustrada o la grada?

-Yo ya hice gradas en Santa Cristina y San Amaro. En Costas no debemos estar nunca satisfechos con lo realizado, que es cambiante, aunque lo hecho era lo mejor que se podía hacer en aquel momento.

- Cuando se presentó el proyecto del paseo marítimo se aseguró que iba a transformar la imagen de la ciudad. Veinticinco años después, ¿realmente lo consiguió?

-No hay más que ver la zona del cementerio, donde estaban los arcones de Orillamar y la perrera municipal. Allí vi ratas como caballos, restos de alimentos, vertidos... una cosa deleznable. Entonces escribí artículos en los que decía que esperaba que las fachadas de los edificios de esa zona empezaran a mirar al mar y ahora se ve que ya están surgiendo de esa forma.

- Se comenzó con Riazor-Orzán y se concluyó llegando a Bens bastantes años después. ¿El resultado global es satisfactorio?

-Creo que sí, porque al margen de los mobiliarios, que van con los gustos de cada época, lo importante es la intervención territorial, porque es una zona que establece una frontera entre la naturaleza y lo urbano en la que la gente se puede asomar. También es un elemento de comunicación y de organización, que sirve para la práctica deportiva y para caminar, por lo que es muy importante. La gente puede pensar que se gastó mucho dinero, pero no lo es teniendo en cuenta que casi toda la inversión fue del Estado y que si la traducimos a euros hoy no es dinero, aunque durante tres años consecutivos la provincia de A Coruña gastamos la cuarta parte de los Presupuestos del Estado porque se hicieron 120 kilómetros de paseos marítimos.