El Camino Inglés, denominado así por ser los ingleses sus usuarios más habituales, es la única ruta jacobea que une Europa con Santiago a través del mar, con desembarco en A Coruña y una ruta a pie de 75 kilómetros hacia Compostela. El Consorcio de Turismo acaba de editar una guía sobre la historia de esta ruta a su paso por la ciudad, en la que describe una docena de lugares que han marcado el recorrido de los peregrinos en la ciudad.

La Torre de Hércules era el primer punto de visión que tenían de A Coruña. El faro orientaba a los antiguos barcos de peregrinos y significaba la llegada a puerto, el contacto de nuevo con tierra firme. A la llegada a A Coruña, el puerto de O Parrote era el punto habitual de desembarco. Hoy en día, ese centro de actividad portuario coincide con el área privada de La Solana y con el hotel Finisterre. O Parrote conectaba con la Ciudad Vieja, y desde el siglo XIII al XVIII recibió a miles de peregrinos europeos. En el puerto se encontraba la puerta de O Parrote, que comunicaba con la ciudad y que aún se conserva. Está situada a los pies del hotel Hesperia Finisterre. Hoy en día, el Camino Inglés parte de esta puerta.

La Iglesia de Santiago era el primer punto de visita en el que paraban los peregrinos tras desembarcar en la ciudad. En la iglesia agradecían al Apóstol Santiago el haber llegado con vida a puerto. Era en este punto del camino dónde debían reunirse y registrarse para ser atendidos en los hospitales. Muchos buscaban un sitio para pasar la noche en la ciudad antes de seguir con su camino hacia Santiago. El hospital de San Andrés, hoy desaparecido y que ocupó la zona donde ahora se levanta la iglesia Castrense, fue el que más peregrinos acogió. De este hospital, solo sobreviven dos partes: el crucero y la puerta, que fue transportada desde la calle San Andrés a la parte baja de la muralla del jardín de San Carlos en 1956. El crucero está ubicado en la antigua localización del hospital, en el número 32 de la calle San Andrés 32. Esta estructura formaba parte del conjunto hospitalario. El fuste con bordones del crucero forma junto con la concha de la vieira, los emblemas históricos de los peregrinos. El bordón era conocido como el tercer pie de los caminantes.

Las instituciones religiosas también destacaron por ayudar a los peregrinos. El convento de San Francisco, del que hoy solo quedan las ruinas en la plaza de Carlos I, tras el Museo Militar, acogió a muchos caminantes en su viaje a Santiago, entre ellos miembros de la realeza como Juana la Loca y Carlos I. El conjunto conventual fue destruido y solo sobrevivió la iglesia de San Francisco, que fue transportada a la avenida Calvo Sotelo, en la zona de Riazor. El convento de Santo Domingo, en la Ciudad Vieja, acogió a ilustres peregrinos como Felipe El Hermoso. La Iglesia, que acoge a la Virgen del Rosario, patrona de la ciudad, no conserva apenas rastros medievales por ser reconstruida junto al resto del convento. Junto a él, el convento de Santa Bárbara se fundó en el siglo XIV y pertenece a las Madres Clarisas, monjas de clausura franciscanas. Es una institución religiosa que fue muy hospitalaria con los peregrinos, según la describe la guía de Turismo.

La Iglesia de Santiago, que representa el inicio simbólico del Camino Inglés, dirige a los peregrinos a la calle de Santiago, que rodea la iglesia e inicia el viaje a Compostela. Al abandonar esta calle, los peregrinos rodeaban el barrio de la Pescadería. En esta zona se encontraba la desaparecida iglesia de San Jorge, su antigua ubicación en el 37 de Riego de Agua, 37, está ocupado desde el siglo XIX por el teatro Rosalía de Castro. Aquí era donde muchos peregrinos ingleses iniciaban su ruta hacia a Santiago, ya que San Jorge era el patrón de Inglaterra. Este templo fue trasladado en 1837 a la plaza Marqués de San Martín, y es visible desde la plaza de María Pita. Otra parada es la iglesia de San Nicolás. Estas dos iglesias, junto con la de Santiago, son los templos del barrio de la Pescadería visitados por los peregrinos. La gran veladora de los peregrinos era la virgen de Santa María del Campo, por eso los caminantes mostraban devoción por la Colegiata de Santa María del Campo, tanto a la ida como a la vuelta de Santiago de Compostela. Este templo fue un albergue para peregrinos y pobres en el que se ofrecía comida y alojamiento.