Empezó a beber con "13 o 14 años". Hacía botellón o iba a las discotecas con sus amigos. A esa edad tuvo su primer coma etílico. A los 16 años, el siguiente y a los 18, el tercero. Y además de varios ingresos hospitalarios, sus amigos tuvieron que llevarlo a casa en varias ocasiones. "A mí nunca me gustó el sabor del alcohol, sino la sensación, el estado de euforia. Pero llega un momento en que para conseguir lo mismo necesitas más. Y ya no puedes parar", relata Daniel L. Después vinieron pastillas, cocaína y beber a diario, incluso en el trabajo. Perdió a su familia, amigos y varios empleos, llegó a vivir en un coche junto a Penamoa y sufrió un ictus que le paralizó medio cuerpo (con 23 años) y un accidente laboral que casi le deja ciego. Tras varios intentos en otras entidades, por primera vez ve la luz al final del túnel en el grupo de Alcóholicos Anónimos 24 horas de A Coruña, que el sábado 16 celebra su XIII aniversario con una junta abierta de información.

"Nunca le echas la culpa de lo que te pasa al alcohol. Si temblaba por la mañana le echaba la culpa a la depresión o a otras drogas, pero no al alcohol. Y buscas excusas para beber, como trabajar muchas horas. La enfermedad es así", cuenta Daniel L. Recuerda cómo, con 21 o 22 años, "tenía que beber desde la mañana", a diario. Acudió al psiquiatra y recibió tratamiento, pero no dejó el alcohol. "Entraba en un estado en que no recordaba qué había hecho en días o semanas. Algunos días no bebía, pero me daban ataques etílicos, temblores", recuerda. La mezcla de alcohol y drogas también borró la mayoría de los recuerdos de la temporada que vivió en un coche junto a Penamoa, después de que su pareja lo dejara y sus padres lo echaran de casa. "Me estaba matando delante de ellos y no podían hacer nada", reconoce.

En estos años, hizo varios intentos por curarse, como en un centro de día en el que dejó otras drogas, pero no el alcohol, o en "un centro cristiano" en el que lo metieron sus padres, donde tampoco logró atajar su problema. "Lo primero que hice al salir fue tomar una cerveza", cuenta. Tras perder a su pareja y su hijo, entró en otro centro. "Al año y medio me dieron el alta terapéutica y pasé un tiempo mejor. Tenía piso, trabajo y coche, pero me volvía a faltar algo. Y pensé que por dos cervezas no pasaría nada. Perdí la casa, el coche y el trabajo. Y entré aquí", cuenta en relación a Alcohólicos Anónimos 24 horas. Hablar de sus problemas, algo que otras entidades vetan, le ha ayudado. "A base de compartir experiencias y apoyarnos nos mantenemos sin beber", afirma, y celebra: "Ahora estoy con mi familia, tengo a mi hijo".

Los interesados pueden conocer mejor la actividad del grupo en la jornada del sábado, a las 19.00 horas en el centro cívico de Os Mallos.