"¡Viva Fruty, viva Fruty!", "¡hurraaa, hurraaaa!", gritaban ayer en la cervecería Estrella Galicia los familiares y amigos de José Luis Gómez Cotelo, al que cariñosamente apodaban Fruty, quien falleció el sábado pasado a los 55 años. Hacía "más de treinta años" que el vecino de Palavea "paraba" casi a diario en la cervecería de Cuatro Caminos y todos sus allegados sabían que era allí donde quería que lo despidiesen. "Siempre, desde muy joven, dijo que si moría le hiciésemos una quedada en la Estrella", recordaban Keita, Kikito y Mantiñán, algunos de sus amigos de siempre. A ninguno le extrañó leer en su esquela el anuncio de la "quedada" de ayer a las seis de la tarde por "voluntad del fallecido".

"Creo que se va a poner de moda, pero nosotros somos los primeros, los primeros", reivindicaba su hermano Félix tras fundirse emocionado en un abrazo con su hermana, Nanda, quien reconocía que le cuesta asimilar que Fruty falleciese en el mar, en la zona de Mera, cuando cogía percebes. "Era muy buen nadador, nunca imaginé que el mar nos lo quitaría", comentaba. Nanda corroboraba que su hermano "siempre" había dicho que si moría quería que lo velasen en Pompas y que fuesen a la Estrella a tomar unas cervezas. "No pudo ser porque ahora es privado y le hicimos el funeral y todo en Servisa, pero hoy organizamos igual la quedada para recordarlo. Era lo que él quería", explicaba mientras saludaba a los vecinos, allegados y amigos que se acercaron a beber una caña y brindar por Fruty. La madre del fallecido optó por quedarse en casa. "No conoce a toda esta gente y para ella sería como revivir el velatorio. Mi hermano era muy simpático y amigo de sus amigos. Estamos muy jodidos porque estaba para todo y somos una familia pequeña", contaba Nanda.

La sobrina de Fruty estaba sorprendida "por la cantidad de amigos" que acudieron ayer a la Estrella. "Mi tío el día antes de morir estuvo aquí hasta que cerró el bar. Estaba casi siempre, por eso también nos dejaron hacer la quedada. Era muy querido y se lo merece", decía su familiar.

"No hay mejor forma de despedirlo. Era lo que él quería. Nos reunimos todos y recordamos anécdotas", explicaban sus amigos del barrio. "Un día fue a San Fermín con 5.000 pesetas y volvió con ellas. No había gastado nada. Era muy simpático y muchos le invitábamos. También era generoso y cuando cobraba siempre invitaba", recordaba uno de sus amigos. Todos coincidían en que la Estrella perdió a uno de sus clientes más fieles, el Fruty.