Nació en Lugo hace 60 años, pero lleva unos veinte en A Coruña, antes, asegura Javier Iglesias Fernández, que vivió en León, cuando trabajaba en las minas. Dice que su vida y sus planes se torcieron en 2010, cuando perdió el empleo. Se vio en la calle con más de cincuenta años y sin posibilidad de reengancharse a ninguna empresa, porque los sectores que le habían dado un sueldo hasta entonces eran de los más afectados en la crisis económica: la minería y la construcción. Sabe que, hasta los 65 años "por lo menos", no se podrá jubilar, pero ese tiempo se le hace demasiado largo, porque en la calle, parece que el reloj avanza más lento que dentro de una casa.

Dice que no tiene familia, bueno, que sí que la tiene, pero que, como su relación es nula, está "solo" y es "como si no la tuviese", así que, la compañía que tiene a diario es la que se encuentra entre las paredes de Padre Rubinos. "Vengo a comer, por la tarde voy a las actividades, algunas veces voy a la sala de juegos y después me marcho a la pensión", explica Javier Iglesias Fernández, su día a día.

Tiene una ayuda de 426 euros, aunque 200 los invierte en pagar la habitación en la que duerme, 50 euros, según cuenta, se le van en medicamentos y, el resto, lo emplea en sobrevivir, en intentar llevar una rutina normalizada, centrada, sobre todo "en caminar" porque tiene diabetes y se lo recomienda el médico. "Puedo hacer hasta 20 kilómetros al día", dice. Y es que, a diferencia de tantas otras cosas, esta que le hace bien "es gratis" y le iguala a los que, al caer la noche, se van a su casa con sus familias y sus problemas.

Y, ¿el futuro? Dice Javier Iglesias que no sabe "cómo será", supone que "negro", como lo está siendo ya su presente, pero no lo tiene claro porque tampoco tiene muchos sueños que crea que se puedan cumplir. "Si viene aquí la gente joven porque no tiene trabajo, ¿qué voy a esperar yo?", se pregunta, aunque no hay respuesta optimista para él, porque sabe que, en la lista de futuros contratados, un hombre de 60 años sin formación está tan al final que casi no se le ve. "A decir verdad, yo ya no cuento con volver a trabajar", dice resignado y consciente de lo que esto significa, cuando menos, otros cinco años más de intentar subsistir con la ayuda que las entidades sociales puedan prestarle.

En Padre Rubinos, asegura que podría pasar más tiempo y hacer más cosas, como otros compañeros, que prestan sus voces para hacer un programa de radio, pero Javier Iglesias es de pocas palabras, así que, no participa.