Los nadies: los hijos de nadie, los dueños de nada.

Los nadies: los ningunos, los ninguneados

(Eduardo Galeano)

Paseamos por las calles de nuestra ciudad y observamos lo que tenemos delante de nuestros ojos, esa mirada directa nos permite observar una realidad. La visión de lo observado es como una radiografía plana, sin matices, sin trasfondo, vemos caras, objetos y personas que están en esa realidad. Los locales comerciales tienen sus rótulos con su nombre, los edificios se diferencian por su forma y su color y las personas y los animales que se encuentran en las calles responden a nombres (Juan, Luna, María, Laura?). De todos ellos percibimos algo de las personas su alegría, tristeza, euforia, disgusto, de los edificios su estado, todo en la calle nos manda un mensaje.

Sin embargo, en nuestras ciudades existe otra realidad, la de los NADIES. Esos que nadie ve, esos que nadie conoce, esos que se ocultan en las sombras porque no quieren ser parte de una realidad y de una vida que los ha olvidado, esos que solo se reconocen entre ellos, pero que para los demás no están. Son personas que viven al lado nuestra tienen nombre pero no lo conocemos, tienen rostro pero no lo vemos, tienen voz, pero no la escuchamos. Viven en una realidad paralela.

Pero yo ayer vi a dos NADIES, se dio la circunstancia de que les tenía que comunicar algo sobre la vivienda donde se encontraban. No tenían contrato, vivían en ella porque su abuela había fallecido y se habían quedado, no pagaban en alquiler y el propietario quería recuperar la vivienda .Cuando franquearon la puerta vi a dos personas (una mujer y hombre) con una delgadez extrema, sin brillo en los ojos, con una mirada carente de esperanza que no era capaz de ver más allá de la penumbra que iluminada una bombilla de 25W. No se movían y apenas asentían ante lo que les preguntaba, me dio la sensación de que lo hacían porque vivían en un estado de abandono e inmovilidad, la soledad y el aislamiento los había llevado allí. Su actitud era como la persona que está en el suelo y no se mueve y no se puede mover, no tiene fuerzas, ni ilusión y se pregunta ¿Para qué? Mis preguntas les dieron nombre, les dieron rostro. Los NADIES habían sido detectados; hasta ese momento estaban aislados solos, imperceptibles, invisibles a la sociedad. Es el momento de tenderles la mano y de que vuelvan a ser perceptibles, de que se les dé una oportunidad, de que salga del anverso de la hoja de la realidad.

Nunca me olvidaré de sus caras y su mirada, fue como un golpe directo a mi mandíbula. Ahora están interviniendo los servicios sociales. Viven en un apartamento de una calle céntrica de nuestra ciudad, donde la gente en los bares que hay en su portal disfruta con vinos que cuestan 2,40 euros la copa; a no menos de 10 metros de ellos se encuentran los NADIES. Espero que estos NADIES, recuperen su mirada, su nombre y la esperanza, que alguien les de la mano. A partir de ahora cuando pasee por mi ciudad miraré no lo que vea directamente, si no en el anverso de la realidad, por si hay más NADIES.