Un concierto de altísima calidad, finalizado entre exclamaciones de entusiasmo, fue debido desde luego al trabajo de todos porque la orquesta en pleno estuvo a su más alto nivel; pero creo que debe ser destacado especialmente el quehacer de cuatro jóvenes. El vivariense, Nicolás Gómez Naval, trompista, que estuvo admirable especialmente en los difíciles pasajes de la sinfonía de Shostakovich. El también joven contrafagotista, Álex Salgueiro al que, dada la peculiar naturaleza del instrumento, no siempre tengo la oportunidad de destacar; en esta ocasión, retrató con gran acierto al genocida Josif Stalin, verdadero protagonista de la obra. El violonchelista Müller-Schött, que dada su juventud, va camino de convertirse en uno de los muy grandes intérpretes del mundo. E incluso Michal Nesterowicz, el menos joven de los cuatro, que realizó un concierto extraordinario, llevando a la Sinfónica a una de sus más altas eminencias artísticas, sobre todo tras una versión memorable de la genial obra de Shostakovich. Por cierto, y por extraño que parezca, los gurús soviéticos le pusieron muchos reparos a una de las mejores partituras del compositor ruso. Cuando la ideología interfiere en el proceso creador podemos esperar cualquier cosa. Fue una pena que el seguimiento de los graves acontecimientos políticos en España hiciese que muchos aficionados no asistiesen al concierto. Por fortuna, el sábado tuvieron otra oportunidad para disfrutar de uno de los mejores actos musicales a que hemos podido asistir en estos últimos tiempos. El joven violonchelista, que obtuvo un hermosísimo sonido de su Matteo Goffriller, "ex Shapiro" (Venecia, 1727), ofreció como bis un fragmento de la Pieza en forma de Habanera, de Ravel.