Claudia Piñeiro regresa con una nueva dosis de suspense a través de Las maldiciones, un thriller político que explora la corrupción de la nueva política. La escritora argentina, una de las más leídas en la actualidad, presentaba ayer su obra en la Fundación Luis Seoane, como parte del ciclo Letras de Outono.

- Su primera novela con la política como protagonista. ¿Por qué quiso abordarla?

-Desde hace un tiempo, en mi país todo el mundo habla de política. Pasó a ser un protagonista de nuestras vidas, y a los personajes de mi novela también les pasa. En este caso, cuando pensé en la escena inicial del libro, esta escena como de amo y esclavo entre el líder político Fernando Rovira y su asistente Román Sabaté cuando le dice por qué lo contrató, me pregunté en qué mundo iba a ponerla. Y elegí la política, porque estas tensiones se juegan al máximo.

- Rovira encabeza Pragma, un partido basado en "decirle al votante lo que quiere oír". ¿Es ese el mayor problema de la política actual?

-Bueno, la política tiene muchos problemas [se ríe]. Pero me parece que el discurso es una de las cosas que más se ha degradado dentro de la política. Tiempo atrás, en Argentina, uno sentía que se le hablaba al pueblo con consignas que venían de la ideología. Hoy casi todo lo que se dice tiene que ver con el marketing. Ya no se piensa en términos de ciudadanos, sino de votantes.

- ¿Por qué esa pérdida de contenido?

-Es lo que da resultado, y por eso se busca. En este momento, muchos países han ido hacia esa forma de hacer política, como con Trump.

- No todo es malo en Pragma. Uno de los miembros, Sebastián Petit, sí trabaja por lo que cree. ¿Quería dar esperanza?

-Esperanza y verosimilitud. Sebastián Petit representa a los jóvenes esperanzados en determinada forma de hacer política y que están luchando por lograr cambios en un partido que a lo mejor no es el que me gusta, pero en el que también hay gente que trabaja bien.

- Muchos personajes secundarios son narradores. ¿Cómo fue construir tantas voces distintas?

-Fue complicado, pero justamente es una de las cosas que me propuse al hacer la novela. Siempre trato de mejorar algo que creo que me quedó un poco manco en un trabajo anterior. Otras veces esbozaba los personajes secundarios, y después no me tomaba el tiempo para desarrollarlos porque me dejaba arrasar por la historia. En esta traté de que tuvieran peso. Cada uno de esos personajes cuenta las cosas con pequeños desajustes con el otro, como pasa en la vida, y el lector va armando la historia.

- Uno de esos personajes, un editor, dice que la ficción está muy prostituida.

-[Risas]. Me refería a que los editores pueden decirte lo que sea con tal de que escribas un libro que se venda. Además, cuando me río de algo me gusta estar involucrada, así quería que mi mundo estuviera en esa corrupción. Decirle al votante lo que quiere oír es lo mismo que publicar el libro que quieren leer, aunque no sea bueno.

- ¿Y la maldición de Alsina, es ficción?

-Es un mito fundacional. Cuando se fundó la ciudad de La Plata, había un banquete para el pueblo, un asado que se pudrió. La gente se enojó y fue a buscar a una bruja a Tolosa, que vino, dio tres vueltas alrededor de la piedra fundacional, orinó sobre ella y dijo. "Ningún gobernador de la provincia de Buenos Aires será presidente de Argentina". Hasta ahí hay registros, pero nadie puede asegurar que fue así. Aunque es cierto que ningún gobernador de Buenos Aires fue presidente de Argentina.