Recuperar una espléndida sala de conciertos (370 personas de aforo) y escuchar la voz de un maravilloso clave (el mejor instrumento no original del mundo), mudos uno y otra durante años, es un acontecimiento para esta ciudad musical. Cuya sensibilidad para el arte de los sonidos corre pareja con otra muestra de sensibilidad: la filantropía; las instituciones coruñesas dedicadas a ayudar a los menesterosos, a los más necesitados, son muy numerosas; algunas, más que centenarias, como La Cocina Económica. El acto musical del pasado miércoles se dedicó a Aldeas Infantiles que dedica sus esfuerzos a la protección de la infancia; algo, en verdad, maravilloso. Tanto, como la versión que los diez integrantes de la Camerata Nuestro Tiempo realizaron de esa obra impar de Vivaldi, Las cuatro estaciones. Que ha atravesado cuatro siglos sin perder un ápice de su genialidad, su frescura original y la belleza de su mensaje. Es tan de nuestro tiempo como del siglo XVIII. Por eso la toca una agrupación que se intitula Nuestro Tiempo. Versiones muy perfectas, de singular belleza. Todos los ejecutantes estuvieron a extraordinario nivel; pero es preciso destacar a la solista, Yamamura, tanto por la dificultad de su cometido -un verdadero tour de force- como por la impecable, radiante, preciosísima versión que nos ha ofrecido. Y no puedo menos que destacar la hermosa voz del clave, especialmente en el segundo movimiento de El otoño, en manos del artista coruñés Fernando López Pan. Por si ello fuera poco, la Camerata amplió el programa con un bis: esa joya incomparable que es Ständchen (Serenata), D 957 número 4, de Schubert, en una notable versión de Gabriel Bussi.