El primer matrimonio homosexual de España sale a escena esta tarde en Elisa e Marcela, la obra con la que la compañía A Panadaría repite en la ciudad, esta vez en el teatro Colón. La historia, que comenzará a las 20.30 horas bajo la dirección de Gena Baamonde, recuperará el casamiento real que las dos coruñesas llevaron a cabo a comienzos del siglo XX en la Iglesia de San Jorge, enfrentándose a los prejuicios de una sociedad que no admitía el amor entre personas del mismo género.

El humor y la música han sido la apuesta de A Panadaría para abordar el relato. Su propuesta incluye las melodías vocales y la escenografía sencilla propia de la compañía, así como la diversión que, aseguran, se esconde detrás de las peripecias de la pareja. "En esta historia hay mucho humor, se metieron en una gran aventura", comenta la actriz Ailén Kendelman, una de las tres responsables de interpretar a las protagonistas de la pieza.

La astucia, y la gracia con la que Elisa y Marcela lograron sortear los obstáculos de la época Elisa y Marcela son para la artista un arma de doble filo, que espera que también sirva de reivindicación. El elenco quiere exponer "una situación que sigue siendo necesario normalizar" y crear "referentes" del "amor entre mujeres" con un relato que, explican, solo ellas podían haber representado. "Tenemos una línea muy feminista, somos un equipo de trabajadoras. Era nuestra compañía la que tenía que crear este espectáculo, una historia de mujeres, contada y dirigida por ellas", comenta la intérprete, que asegura que desentrañar los hechos que rodean a la pareja fue una tarea complicada.

Y es que de la historia de Elisa y Marcela se conoce el comienzo, pero no el desenlace. Las jóvenes se encontraron por primera vez en la Escuela Normal, donde se enamoraron y se formaron con la intención de ser maestras, para luego marcharse a Dumbría. "Tuvieron una educación que muchas mujeres no tenían entonces", explica Kendelman, que asegura que en la época "era habitual que las maestras vivieran juntas", dado su escaso salario.

Que se casaran, sin embargo, no era lo corriente. Aún así las coruñesas decidieron abrir camino, empujadas por el deseo de "ser consideradas una pareja normal" entre la que nadie pudiese interponerse. "A la familia de Marcela nunca le gustó su relación con Elisa, hasta el punto de que la mandaron a Madrid unos meses para separarlas. Pensamos que eso hizo que decidieran casarse cuando se reencontraron", reflexiona la actriz.

La estrategia para lograrlo fue fingir un enfado. Mientras corrían los rumores de que Elisa se había ido a Cuba y que Marcela se carteaba con un primo suyo, muy "parecido a ella", la primera se cortó el pelo y se vistió de hombre, logrando que la bautizaran como Mario. Deseoso de ganar un nuevo feligrés en un tiempo en el que el protestantismo irrumpía con fuerza, el cura le proporcionó a la pareja el acta necesaria para contraer matrimonio, como hicieron, en junio de 1901, en la Iglesia de San Jorge. "Cuando volvieron hubo una desconfianza popular. Elisa empezó a cometer errores y mandaron que la reconocieran", cuenta Kendelman.

La frase "matrimonio sin hombre" copó los titulares. Las mujeres fueron detenidas en Oporto y es entonces, tras un movimiento solidario del pueblo portugués gracias al que lograron salir de prisión, cuando el relato se difumina. En circunstancias que siguen siendo un misterio, Marcela dio a luz a una niña. Las tres se fueron a Buenos Aires, donde Elisa se casó con un anciano que, al igual que en ocasiones anteriores, acabará descubriéndolas. "Se entera de que son el matrimonio que había sido tan sonado. Después, les perdemos la pista", dice la actriz, a la que le gusta pensar "que no se supo nada más porque el final fue feliz".

Recodarlas y subirlas al escenario es para Kendelman una necesidad. La actriz lamenta que la pareja, no se conozca "en su propia tierra", donde deberían ser el "símbolo" de una "libertad" que, a día de hoy, sigue sin ser completa. "Lo que ellas hicieron sería imposible ahora. Puedes casarte por lo civil, pero no por la Iglesia".