Celebró El Eco su ciento treinta y seis aniversario con un concierto magnífico que honra a la coral, a quienes colaboraron con ella en el acto musical y a la ciudad que ha sabido distinguir a la entidad más que centenaria con la Medalla de Oro. Lamento no poder referirme uno por uno a los cincuenta miembros del coro y a los once integrantes de la orquesta; pero es imprescindible mencionar a los cinco soberbios solistas -los cinco magníficos- que en realidad fueron seis ya que el tenor, Miguel Ángel Fernández, hubo de ser requerido para completar el sexteto vocal necesario para interpretar el primer bis: una notable página religiosa a capella de Rheinberger. Y aún hubo lugar para tres bises más: el barítono y director, Pedro Martínez cantó bellamente con el coro una canción norteamericana; los seis magníficos llevaron la voz cantante (nunca mejor dicho) en la inevitable Noche de paz, de Gruber. Y en fin, todos, con los antiguos miembros de El Eco, presentes en el acto, invitados a sumarse al coro, más la colaboración especial de la mezzo, Conchita Fraga, que completó el número de magníficos hasta la septena (como en el célebre filme de Sturges), cantaron el tradicional Adeste fideles, himno atribuido a Juan IV de Portugal, el rey músico. La orquesta de cámara, excelente, tanto en las obras sinfónico-corales como en su momento de protagonismo con el intermedio de Cavallería rusticana. La Coral estuvo espléndida tanto en el Stabat Mater como en el Oratorio de Navidad. El estado actual de plenitud sonora que ha alcanzado El Eco, me recordó a aquel coro que era invitado para intervenir en la temporada de ópera de Oviedo y contribuía de manera decisiva al festival de ópera de nuestra ciudad. Hay que felicitar a todos los integrantes y, desde luego, al tándem González-Garcés-Martínez Tapia -presidente y director musical- artífices en gran medida de este feliz resultado.