Cada día un poquito, "lo que pueda, pero todo los días algo" para cuidar el medio ambiente. Con esa filosofía recorre el mundo Martin Hutchinson, un bombero británico ya jubilado que lleva doce años en ruta, limpiando playas, viendo cómo el plástico se hace un hueco cada vez más grande en el planeta, tanto, que en menos de un metro cuadrado de la cala de Bens, retiró 109 bastoncillos de los oídos y, así, día tras día, país tras país.

A sus años dice que cree que "estaba destinado" a hacer esto, a intentar crear conciencia entre la gente para que, a su paso, todos se preocupen un poco más por la naturaleza y por intentar que su forma de vida sea más sostenible, más respetuosa con los recursos naturales, un poco menos de usar y tirar.

Su vuelta al mundo empezó en Latinoamérica, allí recorrió 34.000 kilómetros a pie, estuvo nueve años de viaje y visitó 21 países, donde impartió charlas en 600 escuelas y universidades. Recuerda que no siempre fue fácil, que tuvo que enfrentarse a problemas de seguridad y a la realidad de Perú y Bolivia, donde la lucha por el medio ambiente no es, ni de lejos, una prioridad. Después, volvió a su Inglaterra natal, pero solo para pasar 22 días, ni uno más, los suficientes para comprarse una bicicleta que le permitiese hacer un poco más cómodo y también más vistoso su viaje y, entonces, se fue a Francia, visitó España, también Portugal, donde adoptó a su compañero de aventuras Starsky -un perro abandonado en Algarve- y volvió a España con 10.000 kilómetros en sus piernas.

Ambos llevan una semana en A Coruña, instalados en el parque de Bomberos, donde les han habilitado una sala para que puedan dormir, comer y guardar la bicicleta. Planea quedarse dos más y visitar todos los centros educativos que soliciten su presencia para hablar con pequeños y mayores del cambio climático y de cómo cada uno puede combatirlo.

"Siempre le digo a la gente que haga un experimento, que baje al centro sin dinero y que, si les gusta algo, vayan a casa a buscar la cartera para comprarlo. La mayoría de las veces, en el camino de vuelta, pensarán que realmente no les gusta o que no les hace tanta falta, porque la mayor parte de las veces compramos por impulso y nos incitan a ello", comenta Hutchinson, siempre con un ojo puesto Starsky, que le acompaña las 24 horas del día desde el momento en el que decidió quedárselo, después de tres semanas de dudas.

Defiende que el plástico es uno de los mayores enemigos del medio ambiente y que, actualmente, ya no es necesario fabricar más porque con que el que existe es más que suficiente. "Hace muchos años vivíamos sin plástico, podemos volver a hacerlo, lo haríamos más apegados a las cosas que tenemos, dándoles importancia y un significado más personal. Antes se tenía un mechero para toda la vida, o un bolígrafo, podríamos regresar a eso, y los beneficios en la naturaleza serían muy grandes", concluye.

Cada mañana, Hutchinson intenta ir a una playa de la ciudad para limpiar todo lo que pueda, aunque sabe que nunca será suficiente. "Es imposible, porque el problema no son las botellas de agua, eso lo coges, lo tiras y ya está, el problema está en los microplásticos, en los trozos pequeños, que hay muchísimos", comenta, mientras sacude un manojo de algas y muestra cómo sobre la arena cae una fina lluvia de plásticos de colores. "Toda esta basura me pone enfermo", dice resignado, porque ayer, como el día 1 de enero, bajó a la cala de Bens y la encontró mucho peor de lo que la había dejado al estrenar el año, plagada de los protectores de los tampones, de bastoncillos de los oídos -Hutchinson retiró más de mil desde que está en A Coruña- y de piezas que, algún día, sirvieron para hacer aparejos de pesca.

¿Tiene el planeta futuro? Hutchinson está convencido de que sí, pero solo si sus habitantes se ponen de su lado. "Es un problema que tenemos aquí y ahora, a mí me molesta mucho cuando escucho que hay que centrarse en los niños porque ellos son el futuro. Ellos no tienen la culpa de nada, somos nosotros, los adultos, los que nos tenemos que responsabilizar de la situación y tomar conciencia. Si nosotros separamos la basura, ellos también lo harán, porque lo aprenderán de sus mayores", dice convencido. Y es que, para él, el de hoy es el peor día del año, porque las calles se llenan de caramelos que nadie se va a comer y "toneladas de recursos naturales" se pierden solo por "seguir una tradición".

"Yo creo que ya es hora de que nos planteemos ciertas cosas, como que es mejor darle una galleta a cada niño que tirar miles de caramelos al aire", dice Hutchinson que, en uno de los 7.000 vídeos que ha colgado en Youtube recoge el día después de la cabalgata de Sus Majestades en Sevilla, con sus aceras llenas de caramelos pisoteados revestidos de plástico que nadie se había agachado a coger.

En sus planes está ahora seguir pedaleando por el norte de España, llegar a París, recorrer Holanda y pasar de país en país hasta recalar en Australia. Le da igual tardar un año que quince, desde el principio de la aventura, siempre ha sido así.

Dice Hutchinson que, en estos doce años de caminante verde, como le suelen llamar, se ha encontrado con mucha solidaridad de gente y colectivos que le dan comida o que le permiten dormir y asearse, también con muchas casualidades buenas que compensan los malos tragos. Pero, ¿cómo consigue mantenerse tanto tiempo fuera de casa y cómo financia esta aventura que retransmite a través de sus redes sociales? Hutchinson asegura que tiene sus "ahorros" y que nunca pide dinero para seguir adelante, eso sí, acepta donaciones, como la de ropa que viste, un uniforme de un técnico de emergencias del 061. "Hago muchos sacrificios, pero vale la pena", sentencia.