Nací en el municipio de Val do Dubra, donde vivían mis padres, Antonio y Evangelina, así como mi hermano mayor Jesús. Casi la mitad de mi vida hasta los dieciocho años transcurrió en esta ciudad, ya que desde niños mis padres me enviaban a las casas de mis tíos Eliseo y Manolo, donde jugaba con mis primos y primas, una de las cuales tuvo en la plaza de Pontevedra el conocido bar Esmeralda en la parada de los autobuses.

Tengo grandes recuerdos de mis primeros años en la ciudad, en la que lo pasaba mejor que en Santiago y en mi parroquia de Páramos, en Val do Dubra, ya que aquí todo me parecía más grande y me podía divertir con mis primos, con quienes solía ir a los cines más conocidos del centro, como los Goya, Avenida y Riazor. A los 18 años me instalé definitivamente en la ciudad, en la que había un gran ambiente en la calle Real y en las de los vinos.

Solíamos parar en el Otero y el Priorato, así como en la sala de recreativos El Cerebro, situada frente al cine Coruña, que estaba siempre llena de gente, por lo que muchas veces había que hacer cola para jugar en alguna de las primeras máquinas electrónicas que llegaron a la ciudad, así como en los futbolines y billares, que se alquilaban por minutos, por lo que allí había un gran reloj para saber cuándo había que dejar de jugar.

En verano solíamos ir a las rocas del Cagallón de la playa de Riazor, donde aprendí a nadar como otros muchos jóvenes coruñeses, aunque a mí me costó bastante, ya que venía de una zona del interior. Las fiestas de verano las disfruté a tope, al igual que las de carnavales, en las que nos disfrazábamos para recorrer el centro, la calle de la Torre y las de los vinos, donde nos encontrábamos con otros conocidos para formar un gran grupo, por lo que nos lo pasábamos muy bien metiéndonos con la gente.

Al pasar a residir aquí comencé a trabajar en la hostelería en la cafetería de mi hermano en la calle Barcelona, llamada Internacional, y que dirigí mientras él trabajaba en Suiza. Fue la primera cafetería que se abrió en el barrio, ya que entonces todavía se estaba edificando y tan solo había bares y bodegones. Fuimos los primeros que tuvimos actuaciones en directo, como Los Breogán y el cantante Dopico, así como los primeros que tuvimos un reproductor de vídeo que envió mi hermano desde Suiza y en el que proyectamos las pocas películas que había entonces y que hacían que la cafetería se llenara cuando las anunciábamos. Cuando mi hermano regresó seguí trabajando con él hasta que abrí mi propia cafetería, Internacional II, en la avenida de Rubine, negocio que dirijo desde hace más de 35 años.

Al abrir la cafetería de mi hermano creé los primeros equipos de fútbol sala y de peñas de la calle Barcelona con mis amigos Emilio, Paco, Juan, Manolito, Méndez y Caamaño, con quienes organicé torneos contra otras peñas y equipos de las Casas de Franco, de los que salieron grandes jugadores, como David, quien fue portero del Chaston, y Mariñas. El problema que teníamos era que había que jugar en los campos de O Ventorrillo hasta que se construyeron las primeras pistas y luego se hizo el pabellón deportivo gracias a la insistencia que pusimos todas las peñas de la zona.

Años después creamos la Peña Liceísta Agra del Orzán con amigos como Brandariz, Rafa, Chicho y los hermanos Lago, quienes también creamos la sección de fútbol sala. Las dos cafeterías Internacional creamos sendos equipos de fútbol sala, uno para la liga del pabellón de los Salesianos y otro para la del frontón de Riazor y que siguen compitiendo en la categoría senior de la liga local. En los años noventa el entonces presidente del Torre, Fernando García, me propuso asumir la dirección del club, lo que hice con antiguos amigos y otros de Monte Alto como Orlando, Carreras, Antonio, Jesús, Fernando, Kubala y Chousa, quienes conseguimos recuperar el club, que sigo presidiendo y que ahora cuenta con 300 jugadores repartidos en 17 equipos.