No siempre se ha valorado con justicia este hermoso instrumento. El tener habitualmente a su cargo las voces intermedias en las obras orquestales ha condicionado que sólo en raras ocasiones se le haya permitido conducir pasajes musicales como protagonista. Pero cuando se escucha su voz en este desempeño, se revela la aterciopelada belleza de su timbre particular. Claro que ayuda mucho a que se produzca esta revelación la calidad del instrumento, Como, por ejemplo, la maravillosa viola que toca Isabel Villanueva (Enrico Catenar, Turín, 1670): calidez, uniformidad del sonido, ausencia de nasalidad; y todo ello incluso en los agudos extremos y en el pianísimo. Verdad es que -como dijo un célebre violinista- los instrumentos no tocan solos; pero cuando se produce esa feliz conjunción de una intérprete excepcional como Villanueva y una viola extraordinaria como la mencionada, el resultado alcanza el más alto valor artístico. Tal sucedió en el concierto del pasado martes, Y por eso la elegante y musical intérprete fue ovacionada por un público que supo apreciar su arte refinado, exquisito. Correspondió con un precioso bis: Hermosa tarde ( Beau soir), adaptación de una bella mélodie de Claude Debussy. El artista francés, François Dupont, mostró soberbias cualidades como pianista acompañante; mantuvo siempre el adecuado balance sonoro con la violista, a la que supo seguir a la perfección en las licencias agógicas: los ritardandi, las dilataciones del tempo. Un precioso concierto. ¿Cuándo vuelven?