Puede calificarse de original y sorprendente el concierto interpretado por los once profesores que integran la sección de violas de la Sinfónica de Galicia. El público refrendó con largas ovaciones lo que cabe considerar un verdadero experimento ya que nunca antes se ha hecho un concierto semejante. El resultado ha sido sobresaliente. Es verdad que, al no existir repertorio específico, se ha tenido que recurrir a transcripciones; y que, entre ellas, las hay muy buenas, buenas y menos buenas. Con todo, el éxito de esta singular experiencia hace desear la continuidad de un proyecto que carece de parangón en el mundo. Una de las piezas que debe permanecer en repertorio es el Concerto grosso opus 6 núm. 8, de Corelli, por el magnífico arreglo y por la versión tan perfecta que se nos ha ofrecido. En un teatro como el Rosalía, cuya acústica permite escuchar todas las líneas sonoras, poder disfrutar de todo el juego polifónico es un maravilloso placer añadido. Otra excelente adaptación corresponde a la Suite Capriol, de Warlock, preciosa obra de inspiración renacentista, que se benefició de una espléndida lectura del conjunto de violas. También resulta muy notable el Adagietto de la Séptima Sinfonía, de Beethoven. Y hasta, en muchos pasajes -no en todos, hay algunos un poco escasos de sonoridad- la obertura de Guillermo Tell, de Rossini. Las cuatro Danzas húngaras, de Brahms (3, 5, 11 y 13), muy bellas; en especial, las dos primeras. Preciosa la célebre transcripción de Oriental, segunda de las Danzas españolas, de Granados. El arreglo menos afortunado, el Vocalise, opus 34 nº 14, de Rachmaninov, donde actuaron sólo cuatro violas en formación de cuarteto.