La Garufa Blue Devils Big Band lanza el tercer disco de su trayectoria como orquesta, Runnin' Wild, un trabajo con las partituras "más sonadas" de los años 30, 40 y 50. De sus arreglos y dirección se encarga Roberto Somoza, cabeza del grupo, que presentaba ayer su álbum con un concierto en el Garufa.

- ¿A qué suena Runnin' Wild ?

-Es un resumen de la música que hacemos por temporada. El repertorio es música de los años 30 y 50, sobre todo de bandas sonoras de películas, como Runnin' Wild, que es de Con faldas y a lo loco.

- "Música de jazz para todos los públicos", le llaman, ¿es que hay jazz que no lo sea?

-Hay jazz contemporáneo, menos conocido, que es un poco más duro de escuchar para una persona que no esté muy acostumbrada. Pero nuestra música sí que es conocida. Aunque no tengas mucha idea de lo que es el jazz, las canciones te suenan, porque las has escuchado en películas, anuncios, la radio?

- Runnin' Wild es ya su tercer disco. No es habitual que una big band tenga tantos trabajos.

-En Galicia y en España desde luego que no. Hay orquestas que ni siquiera quitan discos. Nosotros tuvimos la buena fortuna de encontrar a un equipo humano dispuesto a hacerlo, a Pablo Barreiro y, sobre todo, este punto de unión que es la sala Garufa. Es muy importante para nosotros, porque nos sirvió para unir al grupo que forma la big band.

- ¿Cómo acabó al frente de la Garufa Blue Devils Big Band?

-Supongo que porque fue una idea de muy poca gente. Esto salió de Fernando y Santiago, el trompetista y saxofonista. Los tres teníamos en la cabeza montar una orquesta como pasaba antiguamente, en los 40 y 50, en los que cada club tenía su orquesta fija. Yo tenía la idea de la música y la facilidad para escribirla, y así me quedé. Fue una decisión bastante anárquica.

- Ahora van a cumplir cuatro años, y eso que el jazz no es amigo de formaciones estables.

-Sí, en este sentido, es una orquesta totalmente única. De momento estamos muy contentos. No sé lo que va a pasar en el futuro, pero lo que llevamos hasta ahora ha sido muy importante, porque es la primera orquesta de estas características que consigue mantenerse.

- Y con 22 músicos en el escenario, ¿queda margen para la improvisación?

-La verdad es que sí. Normalmente la gente piensa que, a diferencia de los formatos pequeños, en la orquesta está todo más atado. Y en cierta manera lo está, pero siempre tenemos un pequeño margen para la improvisación, no solo musical, sino también artística en todos los aspectos. Es precisamente lo que queremos, que no sea una repetición actuación tras actuación.

- Usted empezó como intérprete con la música clásica, hasta que descubrió el saxofón, ¿fue eso amor a primera vista?

-Fue una cosa así. Yo empecé a tocar el clarinete, como muchos niños en el Conservatorio, pero no me acababa de entusiasmar. Con 12 o 13 años, mi hermano me regaló un saxofón, y vi que, a diferencia de la música clásica, con la de jazz tenía más libertad para expresar lo que yo sentía y era. Y ya me cambié.

- Pero no abandonó el clarinete. Lo usa en su último disco en solitario, Saxophone, clarinet jazz solo . ¿Es un modo de descansar de la banda de Garufa?

-Sí. En el momento no lo pensé, pero inconscientemente fue como intentar descansar la cabeza. Es todo lo contrario, un concierto de una persona, pero curiosamente funcionó bastante bien.

- Su big band también funciona, aunque en Galicia parece que triunfan más otro tipo de orquestas, ¿se tiene una idea equivocada del público gallego?

-Yo creo que el público en Galicia es público habituado a las orquestas. El problema que ha habido es que se han juntado intereses económicos muy fuertes, que han impuesto un tipo de formato de orquesta y obviado otro que no era tan rentable. El público no tiene mucha opción. Está todo atado antes de que puedan opinar.

- ¿Hasta dónde llega entonces hoy el hueco de una big band ?

-Yo siempre fui de los que creyó sobre todo en el trabajo y en las cosas bien hechas. Puedes pasar dificultades, pero, si las cosas están bien, en algún momento tienen que funcionar. Mucha gente se queja, pero tampoco ofrece todo lo que puede ofrecer. Y no podemos reivindicar algo que luego no damos.