La especialista en Pediatría y Neurología Pediátrica Anna Sans impartió ayer en el salón de actos de la sede de Afundación una conferencia sobre los trastornos del aprendizaje. Explica que el pediatra debe ayudar a las familias para identificar disfunciones como la dislexia, aunque los padres y profesores también desempeñan un papel importante al convertirse en un apoyo para que el final del camino no sea el fracaso escolar.

- ¿Cuáles son los trastornos más comunes hoy en día?

-El 65% de los trastornos del aprendizaje que recibimos en la consulta son dislexia y trastorno de atención con o sin hiperactividad (TDH). Son dos trastornos distintos que muchas veces van juntos.

- Antes apenas se hablaba de ello, ¿no existían los trastornos o simplemente no se les ponía nombre?

-Han existido siempre. Pero la verdad es que a mí no me gusta hablar de trastorno porque una condición que afecta al 10% de la población que por lo demás hace una vida normal casi es igual que ser un desastre dibujando. El problema es cuando esa disfunción condiciona que no leas de forma fluida, cometas muchas faltas de ortografía o te cueste redactar. Eso sí tiene una trascendencia, sobre todo cuando estamos en un sistema educativo que no contempla con normalidad que eso existe.

- ¿Se pueden detectar casos en todos los centros educativos?

-Sí. No hay ni un aula en todo el país que no tenga niños disléxicos o con trastornos de atención. Este es el gran problema y es lo que nos diferencia de los países del entorno que tienen mucho menos fracaso escolar.

- ¿Qué ejemplo se debería seguir?

-En Finlandia, los niños empiezan a leer a los siete años. Aquí cada vez les hacemos leer más pronto, cosa que no tiene ningún sentido. Ellos, antes de estos siete años, han estado trabajando una serie de habilidades del lenguaje que hace que cuando empiezan a leer, los que no tienen dificultades lo consiguen en quince días. Mientras que a los que tienen dificultades, todos esos años les han salvado la vida porque van a seguir siendo disléxicos pero con una funcionalidad muy distinta.

- ¿A qué se enfrenta en su día a día escolar un niño con estos trastornos?

-Por ejemplo, un niño de doce años que se ha matado estudiando porque lee lentísimo pero con un esfuerzo brutal consigue sabérselo de maravilla. Llega al examen y no tiene tiempo, redacta fatal y hace una serie de faltas de ortografía que le bajan la puntuación. Ese gran esfuerzo queda en un cinco o en suspenso. Eso pasa año tras año y esos chicos acaban tirando la toalla. De entrada, creen que son tontos. Además, tienen que estudiar más que el resto y no tienen tiempo para las actividades extraescolares.

- Además del fracaso escolar ¿con qué otros problemas se pueden encontrar?

-Podríamos decir que el fracaso escolar es un factor de riesgo brutal para la marginalidad. Supone menos capacitación laboral, más paro, más tendencia al consumo de tóxicos... Evidentemente no quiere decir que a todas las personas les ocurra esto. Además, también influye el entorno.

- ¿La formación de los profesores es clave?

-Evidentemente. Conozco a una chica que este año ha empezado a trabajar como maestra y me contaba que durante la carrera nadie le ha hablado de la dislexia. Estamos a años luz de lo que debería hacerse y lo que debería hacerse no es difícil. Falta que se lo crean las administraciones, las universidades y que los mismos profesores tengan formación en estos trastornos. Esta es la diferencia fundamental con los países en los que no hay fracaso escolar. Es un problema brutal y con esto nos jugamos el futuro del país.

- ¿Qué papel tiene el pediatra?

-Los padres tienen que ver al pediatra como un apoyo. Hay que hacer una cosa tan simple como que igual que se mira el calendario de vacunas, sistemáticamente hay que mirar las notas. Los niños tienen que ir bien y si no es así, alerta, aquí está pasando algo. No quiero decir que haya que ir a un especialista a hacer un diagnóstico pero sí saber qué es lo que está pasando. Si la maestra se dedica cinco minutos al día a ese niño dándole unos ejercicios y que los haga también en casa diez minutos más, ya está.

- ¿Sigue siendo un tema tabú?

-Sí. Llevo quince años dedicándome a estos problemas cognitivos que afectan al aprendizaje y a nivel social y educativo no hemos avanzado nada. Siguen llegando niños entre nueve y diez años sin la mínima idea de qué les está pasando. Algunos llegan incluso con cuadros depresivos porque se han dejado la piel y no pueden más. Esos niños se pasan un fin de semana encerrados estudiando y luego en su examen pone 'se nota que no has estudiado, tienes que esforzarte más'. Los niños que no tienen un soporte muy grande a su alrededor no lo resisten.

- ¿Algunos padres tienden a castigar y no ayudar?

-Sí. Dicen: "Hasta que no apruebes, no harás actividades extraescolares". Y así los limitamos socialmente y dejan de hacer deporte, que es un aspecto fundamental para la salud.

- ¿El porcentaje de esos niños con dislexia o TDH seguirá creciendo si no se toman medidas?

-Claro. Estamos en un país en el que el fracaso escolar llega al 30% y no hay manera. Nos dicen que medicalizamos la educación, que el TDH es una moda... Hay ese argumento fácil de decir que la cultura del esfuerzo está detrás de todo pero ahora los niños solo están detrás de las pantallas. Eso es fácil pero no es así. Esos factores están y tienen que reconducirse. Ante eso están todos los niños y solo fracasa el 30%.