Cuando Henrik Johan Ibsen estrenó en 1879 su obra dramática Casa de muñecas, el público se levantó de sus butacas. Algunos, lo hicieron por la admiración que despertó en ellos la pieza del noruego, que daba la vuelta en su historia a los convencionalismos sociales de la época. Otros, en cambio, lo hicieron por ira. Eran aquellos que, a pesar del portazo de su protagonista, Nora Helmer, en la escena final, no aceptaban que una mujer se liberara del corsé de un rol en el que se sentía asfixiada desde hacía tiempo. "La función fue un gran escándalo. Se habló mucho del portazo con el que acaba, fue una bofetada a la sociedad burguesa patriarcal", explica Xoán Carlos Mejuto, que interpretará a su marido, Torvaldo Helmer, en su representación este jueves en el centro Ágora.

A partir de las 21.00 horas, la compañía Estudo do Momento llevará a escena su adaptación de una hora del clásico de Ibsen. En él, reduce la trama a la acción entre el matrimonio, en la que se generan las problemáticas que más conectan con la actualidad, como el derecho de la mujer a decidir sobre su vida. "Se centra en su capacidad para transformarse y empezar a tomar sus propias decisiones", cuenta la actriz que dará vida a Nora, Iria Ares.

La evolución que experimenta la protagonista de Casa de muñecas es lo que conduce toda la trama. Felizmente casada desde hace 8 años, la señora Helmer comienza a darse cuenta de las aristas punzantes que esconde la relación con su esposo, que se dirige a ella desde una actitud paternalista. "Él es el marido ideal, con un trabajo ideal. Lo que ocurre es que todo sucede en los términos de la sociedad patriarcal, y ella quiere su independencia", dice Mejuto, que señala como punto álgido de la obra el momento en el que se descubre el secreto de Nora. "En aquella época, las mujeres no podían firmar nada. Ella falsifica una firma cuando Torvaldo está enfermo para conseguir el dinero necesario para un tratamiento que le salve la vida. Cuando se revela, caen las máscaras y se conocen de una manera distinta", explica.

Frases como "no puedes negar que eres mujer", casi desapercibidas al comienzo de la obra, empiezan a molestar con el avance la historia. "En la pieza no solo se transforma Nora, el espectador también sale cambiado", asegura Ares, que se topó con la pieza de Ibsen durante una residencia artística junto a Mejuto. Lo que les cautivó a ambos, aseguran, fue ese portazo final que tanto había indignado al público en el siglo XIX, hasta el punto de haber sido censurado y cambiado por otro en muchos de los países en los que se representó. "Con la escena final nos miramos y dijimos que teníamos que llevarlo a escena. El texto nos escogió a nosotros", afirma el actor.

Su recreación mañana en el Centro Ágora servirá para alargar las celebraciones por el 8 de marzo. La compañía, que recibía el Premio Luísa Villalta 2017 por su abordaje de la igualad en la escena, asegura que las palabras de Ibsen continúan hoy "muy vigentes" y que el Día de la Mujer "no puede quedarse en una fecha en el calendario". Para contribuir a que así sea, la compañía presentará junto a la función el volumen de su adaptación, que acompañará el martes con un debate abierto sobre la obra en el local de la Asociación de Vecinos Agra do Orzán a las 20.30 horas.