"Ella me dijo que quería ver el mar, estábamos los dos allí [en la balaustrada del paseo marítimo frente al hotel Riazor] y se me escapó a la playa. No es que nosotros accediéramos a la playa o que estuviésemos en la playa, es que se me escapó hacia la arena". Así relata J. los últimos momentos de Andrea, la joven ourensana de 22 años que, el viernes, poco antes de las seis de la mañana, desapareció en las aguas de Riazor.

La joven había venido a A Coruña a pasar unos días en casa de su amigo J. al que conocía "desde los catorce años". Salieron por la noche y, cuando iban a volver a casa -su intención era coger un taxi en la plaza de Pontevedra- junto con otro amigo, al que iban a dejar en el Playa Club, se pararon en el paseo marítimo. Cuenta J. que, cuando la chica bajó al arenal, la persiguieron para que no llegase al mar.

"Yo fui detrás de ella y la agarramos, primero me vino una ola, ya había roto y me mojó los pies, entonces la sacamos [de la orilla] entre mi amigo y yo y, al forcejear con ella, que estaba como un peso muerto, se le salió la cazadora por encima de la cabeza, no es que se la hubiese quitado ella. Al arrastrarla para arriba se le salió y yo fui a dejarla al muro del paseo", comenta J. a este periódico. Y es que, en el momento en el que los servicios de emergencias iniciaron la búsqueda, el viernes, asumieron que la chaqueta negra se la había quitado ella.

Según el relato de J., él se quedó "sentado" cerca de la balaustrada y vio cómo su amigo y Andrea hablaban en la arena "pero ya a una distancia considerable del mar". Recuerda que le contó que la playa era peligrosa, que habían muerto muchas personas en esas aguas y que, cuando él, desde más arriba les dijo que tenían que irse, que quería volver a casa, fue cuando Andrea se dio "la vuelta" y "se metió en el agua".

J. cree que la joven "no fue del todo consciente del peligro" que corría ni de lo que estaba haciendo porque "ella estaba mirando hacia los edificios", de espaldas al oleaje. Según el relato de J., fue el amigo de ambos el que intentó rescatarla, aunque sin éxito.

"Ya no hubo tiempo. A él le pilló la ola, le llegó el agua casi hasta la cintura y lo tiró al suelo, se le mojó el móvil y todo... Si llega a romper la ola un segundo más tarde se los lleva a los dos. Seguro. Vino la ola, que era más o menos de la altura de la chica, que era bajita y ya no volvió a salir", explica su amigo.

Las circunstancias en las que se produjo la desaparición de la joven no cambian para nada el dispositivo de búsqueda, aunque sí que influye en la asistencia psicológica que reciben los familiares y amigos, ya que no es lo mismo asumir un fallecimiento por un accidente que por un suicidio o una negligencia.

"Nosotros no fuimos a la playa como unos inconscientes, sin saber el peligro que había sino que ella se escapó y decidió correr porque quería ver el mar", reitera J., que recuerda que su amiga llevaba puestas unas deportivas negras, un pantalón vaquero y una camiseta, aunque no sabe de qué color era, tal y como declaró en la Policía Nacional, tras el suceso.

Según el testimonio de J., fue la resaca de las olas la que la arrastró y ya no pudieron hacer nada por salvar su vida. Cuando vieron que no salía del agua, alertaron a los servicios de emergencias y ellos fueron atendidos por efectivos del 061 "por frío". El padre de la joven y su hermana, que estudia en A Coruña, siguieron ayer y también el pasado sábado las labores de rescate desde la coraza del Orzán, donde se ha instalado el puesto de coordinación. La madre no se desplazó a la ciudad por problemas de salud.