José Varela, de Motos Galán, pasaba de pequeño todos los días por delante de los escaparates de este negocio familiar y se quedaba pegado al cristal viendo las motos Bultaco. No sabía, entonces, que en 1992 iba a empezar a trabajar en esa firma que le metió el gusanillo de la automoción en el cuerpo.

Paco Galán se crió entre neumáticos y recambios. Era el negocio familiar, su segunda casa, la que había fundado su abuelo, Francisco Galán, en 1946. Más de setenta años después de la apertura de puertas de la tienda, Motos Galán cerrará su sede de la esquina de la calle Alfredo Vicenti, aunque no dejará de funcionar.

"Nos mudamos a tan solo unos metros, a un bajo que está aquí al lado, en la plaza de Portugal", explica Galán. ¿La razón? El edificio nunca fue de la familia, siempre estuvo de alquiler y, ahora, este inmueble bajito, en medio de bloques de viviendas cuenta con licencia para su demolición y para la construcción de un edificio con dos portales, ambos con planta baja y con bajo cubierta, aunque uno contará con seis alturas y otro con tres, ya que la fachada de la calle Pondal está catalogada.

Por una parte les da "pena" dejar este edificio que ha sido su casa durante tantos años; por otra, ven este traslado como "una oportunidad para mejorar". Están haciendo la mudanza "poco a poco" y cuentan con abrir su nueva sede "en un mes". Aseguran que su clientela siempre ha sido muy familiar, aunque han vendido motos para casi toda España y que "casi todos los meses" entra alguien por la puerta para recordarles que su primera moto se la vendieron en Galán. Tras tantos años detrás del mostrador y entre llaves inglesas y aceite, han visto a hijos heredar la pasión de sus padres por las motos y a jóvenes quedarse prendados de algún modelo del otro lado del cristal. Francisco Galán corría en trial y su hijo Lucho -padre de Paco Galán- siguió en la competición, una tradición que cortó Paco, quien recuerda que, "a los siete años u ocho años" ya tenía una moto pequeña para él, de esas pequeñas que le valían para correr en un circuito cerrado.

"Antes eso era más normal, ahora, los niños prefieren las tablets", dice Paco Galán, que tiene marcados en la memoria algunos de los momentos en los que el negocio se tuvo que sobreponer a la crisis. "El primero fue cuando salió a la venta el Seat 600", explica. Para entonces, las familias con un sueldo medio no podían llegar a comprarse un coche, así que, las que podían, tenían un ciclomotor. Eso cambió con el 600, porque era un vehículo barato y al que la clase media podía aspirar pagando letras mes a mes.

Comenta que el mercado no pasó por buenos momentos, pero que hubo medidas que le ayudaron a repuntar, como que se permitiese a los conductores de coche, llevar una moto pequeña sin volver a la autoescuela. Durante la burbuja económica, las motos se convirtieron en un artículo de lujo, en un capricho que, el que más el que menos se permitía tener. Con la llegada de la crisis, sin embargo, se convirtió en un aliado. Y es que, según Galán, es mucho más barato moverse por la ciudad en moto que hacerlo en un coche, "también mejor para el medio ambiente", recalca.

Pero, ¿qué dice del peligro de moverse sobre dos ruedas? "Peligro hay en todas partes", responde, mientras Varela le da los últimos retoques a una Suzuki que les ha entrado en el taller. Varela, que es un apasionado de las motos Bultaco, asegura que cada modelo tiene su personalidad y que hay que buscar la que encaje con cada uno, porque es algo más que un medio de transporte.