Si tomamos las fechas de nacimiento de los tres compositores representados en el programa (Nielsen, 1865; Walton, 1902; y Adès, 1971) podremos observar que se inscriben en el ámbito casi exacto de un siglo. Y, por otra parte, las tres obras que se interpretaron -todas ellas- fueron escritas en la pasada centuria. Con todo, son tres estilos diferentes, tres miradas distintas: Nielsen todavía dirige su vista hacia el siglo anterior, el que lo vio nacer, y acusa una notable influencia de Bruckner; Walton centra su visión en el ámbito temporal en que desarrolló toda su existencia, y en gran medida es deudor del genial Stravinsky; Adés avizora el porvenir con una música muy personal que no desdeña algunos elementos regresivos.

Programa, pues, de interesante planteamiento, Y de excelente resolución. Espléndida lectura de la sinfonía; la orquesta, dirigida de manera precisa y apasionada por Slobodeniouk, se mostró brillante, exacta y de opulenta sonoridad; tras el exultante final, recibió grandes aplausos y exclamaciones de entusiasmo. Impresionante interpretación del concierto de Walton; el violonchelista, Alstaedt es un músico extraordinario que puso en pie una difícil (en más de un sentido) partitura, muy bien secundado por la orquesta, con su director en notable labor concertadora. Un maravilloso bis, Sarabanda de la Suite número 1 en Sol mayor para violonchelo solo, BWV 1007, de Bach, confirmó su eminente categoría artística. La obra de Adès, en mi opinión, no responde a la habitual calidad de este compositor; es una composición de juventud, lo cual sin duda explica muchas cosas. Eso sí: en el tango que se integra en la Obertura pude identificar la espléndida creación de Gardel, con letra de Lepera, Cuesta abajo.