Nací en Ferrol, pero me considero coruñesa porque al poco de nacer mis padres, Andrés y Generosa, se vinieron a vivir a esta ciudad en la casa de mis tíos Manolo y Carmen en la calle Atocha, donde residí junto con mis seis hermanos. Mi primer colegio fue La Grande Obra de Atocha, donde estuve hasta los ocho años, tras lo que pasé por el de Labaca y el de Maruja Puga en Juan Flórez.

Empecé a trabajar porque no me gustaba estudiar y lo hice primero en el comercio Electroradio en la calle Real, que era muy conocido por la venta de discos. Allí estuve dos años y conocí este sector, así como a muchos clientes, lo que hizo que me llamaran de Barros Grandes Almacenes, que acababa de abrir en la calle Torreiro y en el que llegamos a trabajar un centenar de mujeres. Mi jefe, José Ramón Sarasqueta, me hizo responsable de la sección discográfica, en la que me encontré muy a gusto y aconsejé a muchas personas sobre los éxitos del momento a nivel nacional e internacional.

Dejé Barros para trabajar en Argentina, aunque solo durante tres meses, ya que mi entonces novio y después marido, Eduardo Folgueira, vino a buscarme para que trabajase con él en la venta de frutales al por mayor. Tras su fallecimiento, abrí ocho establecimientos diferentes hasta mi jubilación, que hice en la librería La Selecta, porque siempre fui una águila para los negocios.

Mis amigas de la infancia fueron sobre todo la calle Maestro Clavé y entre ellas estaban Mari Luz, María José, Rosita, Purita y Manolita, además de otras del colegio Labaca, donde los niños y las niñas estábamos separados. Yo solía jugar muy bien al che y a las canicas, aunque para hacerlo en la calle lo tenía complicado, ya que mis padres me dejaban salir poco, por lo que muchas veces tenía que esperar que mis amigas vinieran al portal de mi casa para poder jugar con ellas.

Cuando iba con mi tía Carmen a la iglesia de los Capuchinos, donde hice la primera comunión, podía verme con otras amigas y conocidas de ese barrio y jugar con ellas. Como cualquier niña de la época, disfrutaba cuando me llevaban a los cines del barrio, como el Equitativa y el Doré, que siempre estaban a rebosar de niños en las sesiones infantiles de los domingos. Solía ir con mis primos, con los que al salir me quedaba a jugar en la plaza de Vigo, donde nos encontrábamos con muchas amistades.

En verano nos llevaban a las playas de Riazor y Santa Cristina íbamos a las merendiñas que se hacían en San Amaro y la Torre de Hércules, además de a la romería del monte de Santa Margarita. Ya de jovencita bajábamos al centro los días festivos a pasear por la calle Real y los Cantones, donde gastábamos las suelas de los zapatos yendo de arriba para abajo por ellas para ver a los chicos, que hacían lo mismo que nosotras.

Por la tarde quedábamos en el cine Avenida, al igual que media ciudad, para luego ir a los cines del centro y después a cualquier cafetería conocida. Cuando empecé a trabajar fui con mis amigas a los guateques que se organizaban en cafeterías como Linar, donde conocí a mi marido. Mientras trabajé en Electroradio siempre iba a estos guateques con mis amigas Maribel, Julia y las hermanas del Ferrocarril, cuya familia tenía una cafetería con ese nombre frente a la estación de San Cristóbal. También solíamos ir al Chivas, el Pom-pom y el Cassely, cuyos dueños solían comprarme muchos discos y nos invitaban.

En la actualidad me dedico a la pintura y al estudio de la historia del arte en la Obra Social de Abanca y sobre todo a reunirme con mis amigas Rosa, Estrella, Pili y Carmen, con quienes suelo ir al teatro y el cine y además hago viajes y excursiones.