Dice Pili Neira que entrar en el penal de Teixeiro fue "lo mejor" que ha hecho en el deporte. Lo dice convencida y sabiendo que pone mucho en cada plato de la balanza. Atrás quedan sus victorias en los campeonatos de España, los aplausos, las carreras para conseguir un objetivo con el que había soñado durante años cuando se encuentra frente a frente con el placer de jugar sin presión, de hacerlo solo por avanzar, por ver qué pasa.

En su primera temporada como entrenadora -y creadora- del equipo masculino Vento-Teixeiro, que jugó la liga regular de la Primera Galicia de Fútbol Sala, la formación quedó subcampeona. El día 2 se jugará la final de la Copa, pero, según explica Neira, van a renunciar a disputar esta competición.

¿El problema? Que algunos de los internos que forman parte de su equipo carecen de permiso para abandonar la prisión y jugar en la sede designada para el partido decisivo. En algunos casos, porque todavía no han cumplido con la cuarta parte de su condena, un requisito imprescindible para poder abandonar la celda. "Para mí son los campeones igual, aunque no juguemos", resume Neira, que considera que, aunque la federación les dejase disputar la semifinal en sus instalaciones, "no sería justo para el otro equipo", porque, si bien los jugadores podrían entrar en el penal, sus aficionados se quedarían fuera y no podrían disfrutar del encuentro. Y es que, jugar en Teixeiro, no es solo ir a la cárcel, es mucho más, es ver como, para que se abra la puerta de delante, tiene que haberse cerrado la de detrás y escuchar su chirriar metálico que, recuerda Neira, impresionó a más de un visitante.

Durante la liga, los nueve equipos que forman con el Vento-Teixeiro el grupo de Lugo aceptaron que todos los partidos de la formación del penal se jugasen en las instalaciones de la cárcel. "Se portaron muy bien", explica Pili Neira, que agradece a los jugadores su "generosidad" para desplazarse y enfrentarse a su formación.

Comenta la entrenadora que nunca pensó que pudiesen llegar tan lejos en el campeonato ni que uno de sus jugadores sería el máximo anotador, aunque a ella, personalmente, no es el segundo puesto el premio que más le ilusiona sino que los suyos se hayan alzado con el trofeo de equipo más deportivo. Ellos, sin embargo, sí se veían ganadores y capaces de todo desde el principio. "Tienen la autoestima muy alta", se ríe la técnica, que recuerda que todos los árbitros querían ir a pitar a Teixeiro porque nunca había problemas.

Cuando se ponen la equipación -que financió la peña del Dépor Old Faces "vendiendo pulseras"- son jugadores, lo que hayan hecho en el pasado o por qué están entre rejas no aporta nada, así que se quedan con lo que de verdad importa: que se enganchen al deporte, que tengan contacto con el exterior, que encuentren algo que les ayude a romper la monotonía de cumplir condena y que vean que hay una segunda oportunidad para ellos, mayores y jóvenes -tienen edades comprendidas entre los 24 y los 55-, si la quieren aprovechar.

Para algunos, estar en el equipo es un aliciente para no meterse en líos, y es que, solo les dejan jugar si están en módulos de respeto y, para ello, su comportamiento "tiene que ser ejemplar", describe Pili Neira, que asegura que, durante esta temporada, ha tenido que aprender a marchas forzadas a competir en fútbol sala.

"En un partido, me acuerdo de que me adelantaron al portero y que no supe cómo defender esa situación. Al llegar a casa estuve viendo vídeos en YouTube y también llamé a Castillo [jugador internacional y entrenador de fútbol sala] para que me explicara qué se hace en esas ocasiones. Ahora, hay equipos que nos pueden adelantar al portero, pero no les resulta tan fácil marcarnos un gol, como aquel día", reconoce Neira.

Y es que su equipo se va haciendo de trocitos de muchas partes, primero, de la disposición de los presos, que cada miércoles y cada viernes se ponen el chándal y entrenan hora y media y que se toman muy en serio los encuentros, también está hecho de la "paciencia" de los funcionarios de la prisión, de la ayuda económica de la Fundación Emalcsa, que paga las fichas, de los que, como su entrenadora, regalan su tiempo y su experiencia para poner en pie un proyecto que va más allá de levantar un trofeo al acabar la competición, con trocitos también de la federación y con los de los internos que, cada fin de semana, animan en los partidos.

"El otro día teníamos a 200 personas en el pabellón", explica Neira, que asegura que hay equipos en libertad que no tienen tanta afición, también es cierto que los reclusos no cuentan con muchas más posibilidades de pasárselo bien dentro de Teixeiro.

Y ahora, ¿ahora qué? Neira tiene muchos planes en la cabeza, seguir el próximo año con sus doce jugadores, aunque entrena ya a otros tres que le gustaría que se sumasen al equipo y, ¿quién sabe? si ganar la liga. No cree que puedan ascender de categoría porque eso implicaría que equipos de toda Galicia tendrían que estar de acuerdo en que el Teixeiro jugase siempre en su casa, obligándoles a hacer dos viajes al año, en algunos casos, de varias horas, algo que Neira ve improbable, por muy cuidadito que tengan el pabellón los reclusos. Porque son ellos los que, cada semana, se encargan de tenerlo todo listo para recibir a sus adversarios.

Ella se conforma con que el proyecto vaya creciendo poco a poco, con que sus jugadores sigan "llevándose de maravilla" tanto dentro como fuera del campo, con poder compartir un ratito de charla con ellos antes y después de cada entrenamiento y con que el deporte les sirva de vía de escape mientras estén dentro y de ancla a la realidad cuando consigan salir.

Sobre la forma física que se encontró en aquellos internos que se apuntaron a fútbol "no hay queja", bromea Neira, porque en la cárcel hay gimnasio y muchos de ellos hacían deporte antes de que ella llegase a revolucionarles la semana. Durante el parón liguero, Neira quiere que los muros de la cárcel se abran a otros equipos y que sus chicos jueguen partidos amistosos para que no pierdan la ilusión por ganar, ellos que han perdido tanto ya.