Pogorelich vino a A Coruña, al menos, en tres ocasiones: el 30 de enero de 1989, cuando ofreció un recital dentro del Ciclo de Grandes Orquestas; casi veinte años después, el 10 de octubre de 2008, con la OSG dirigida por Víctor Pablo; y ahora, transcurrida una década, también con la Sinfónica de Galicia, aunque en esta ocasión dirigida por Slobodeniouk. Es curioso: en treinta años, no ha cambiado su manera de tocar. Hace diez, había interpretado el mismo concierto; y, como a Pogorelich cabe aplicarle el conocido refrán español "Genio y figura hasta la sepultura", es posible reproducir con exactitud lo que entonces se decía en LA OPINIÓN: "Pogorelich tiene cualidades técnicas para ser un pianista extraordinario; pero sus planteamientos en busca de la originalidad oscurecen por completo ese magnífico bagaje. Ejecución mecánica; fraseo roto por excesiva separación de las notas; tiempos en extremo demorados; e incluso, en pasajes sencillos, evidentes errores". También resultó bastante extraño que el pianista croata tocase con partitura un concierto de absoluto repertorio. La OSG, muy bien dirigida por su titular, siguió de manera admirable la arbitraria variabilidad de sus tempi, mostrando en muchos momentos la altísima calidad que posee; por ejemplo, el bellísimo sonido de los arcos en el segundo movimiento. Gracias a ello, se salvó la maravillosa obra de Rachmaninov que aquí hemos escuchado muchas veces con pianistas menos extravagantes. La Cuarta, de Chaikovsky, que también hemos oído en múltiples ocasiones, a ésta y a otras orquestas, tuvo una lectura poderosa, brillante, con un segundo movimiento muy bello donde se lucieron especialmente las Maderas, del mismo modo que en el cuarto tiempo brillaron los Metales. Mismos intérpretes con idéntico programa tocan en Madrid y en Alicante los días 31 de mayo y 1 de junio.