El panel situado al final de la avenida de Alfonso Molina que registra la velocidad de los coches se convirtió en juego para un grupo de jóvenes. La pandilla acortó el trayecto y, en lugar de ir por la acera, pasó por delante del medidor de velocidad. Uno de ellos se percató de que el panel marcaba 18 kilómetros por hora a su paso. Fue entonces cuando corrieron una y otra vez aprovechando los momentos en los que no circulaban coches para intentar subir la velocidad. Llegaron a superar los veinte kilómetros por hora. Algunos conductores se dieron cuenta y miraban atónitos cómo los peatones corrían un riesgo innecesario.